domingo, 19 de abril de 2015

El mito de la felicidad, o la felicidad del mito, de ser uno mismo (I)

Persigue tu felicidad sin miedo y las puertas se te abrirán donde menos lo esperas.
Joseph Cambell


Me interesan las biografías, las teorías y las prácticas de felicidad de otra gente. De hecho, con mi primer sueldo, allá por mis años muy mozos, recuerdo que compré por correo la colección Grandes Biografías de la editorial Planeta; y me quedé sin dinero cuatro semanas larguíiiiiiisimas sin poder comprar tabaco ni el libro semanal de la colección de Agatha Christie en el quiosco de abajo. Ains.

Pero es que siempre me admiró cómo otras personas usan su cabeza y su corazón, cómo salen adelante de dramas en apariencia insuperables, y sé que observando y leyendo a otros se aprende mucho. Recuerdo la mala cara de mi madre cuando, aún en mis años escolares, me paraba a preguntarle a Felipe, el portero del edificio, acerca de su vida privada; mi curiosidad acerca de la vida de otros era insaciable... e imperdonable.

Como me quedé sin novelas ni biografías que leer todavía muy joven, y achuchada --a regañadientes-- por mi madre, me metí pronto en el mundo de las teorías psicológicas y filosóficas, metafísicas y espirituales que, consideradas como "ciencias ocultas", predicaban la posibilidad real de una felicidad sostenible y sostenida. En principio, me llamaron cero la atención los símbolos míticos y los roles representativos de los grandes personajes de las leyendas; nunca había hilado la relación de los personajes universalmente conocidos (dioses y héroes) con nuestro comportamiento, pobres seres terrenales; pero en cuanto me metí en materia un poco más en serio, me obsesioné con el asunto. Luego aprendí inglés leyendo novelas americanas (yo era de francés) y se me volvió a abrir el mundo, ya con otra perspectiva mucho más amplia porque podía hilar (a veces) una cosa con la otra y eso me producía una enorme satisfacción (terrenal, tipo soberbia). 

Desde que los conocí, le he tenido una manía especial a Freud y sus teorías, y no sabría explicar por qué. Bueno, en realidad, sí lo sé. Sus teorías sobre la mujer me parecen simplistas, sin nada de magia y completamente idiotas, muy poco sexys: envidia del pene que nos hace sentirnos inferiores ya desde los tres o cuatro años (mare mía, ¿qué hubiera hecho yo con un pene a esa edad?) y su dictamen final para no seguir estudiándonos: las mujeres son más misteriosas e insinceras. Y consideraba que las intenciones del humano no eran tan limpias como deberían. Y siempre tenía el ceño fruncido. Y fue el pilar de la psiquiatría durante un montón de tiempo. Vaya tela...

La cuestión del propósito de la vida ha sido discutida en incontables ocasiones;
la respuesta nunca ha sido satisfactoria y quizás es que no admite ninguna... Quizás debamos volvernos a la cuestión menos ambiciosa de qué es lo que demuestra el hombre,  mediante su comportamiento, acerca del propósito y la intención de su vida.
Sigmund Freud

En cambio me encantan las teorías de Jung, William James, Joseph Campbell y las del poeta irlandés William B. Yeats y su esposa Georgie Hayde-Lees porque no hacen (mucho) hincapié en la diferencia de sexos, sino que habla del ser humano, así, en general (lo cual es de agradecer) y tienen siempre en cuenta el pensamiento, el sentimiento, lo trascendente y el mito, que a mí me suena magiquísimo y fundamental para contemplar con algo de esperanza un posible éxito en la búsqueda de la felicidad. De hecho, Pathways to Bliss, una de las obras cumbres de Campbell, está dedicada casi exclusivamente a este asuntillo. Bien por él.

Joseph Campbell, como yo, tenía una debilidad especial por mi Billy Yeats, quizás porque sus teorías sobre la felicidad humana tenían mucho que ver con las suyas propias, basadas en los símbolos y los mitos, las máscaras y todo eso.

William Butler Yeats

William Butler Yeats nació en Sandymound, condado de Dublín, Irlanda, el 13 de junio de 1865 y cursó sus estudios en Irlanda y Londres, siendo artista en activo desde muy joven y convirtiéndose en uno de los pilares de las literaturas tanto irlandesa como inglesa. Estudió teatro y poesía desde niño y pronto quedó fascinado por las leyendas de su país y "lo oculto".

En 1923, le concedieron el Premio Nobel de Literatura por lo que el Comité del Nobel consideró "una obra poética inspirada que expresa de forma altamente artística el espíritu de una nación entera ".

Mi Billy es considerado, además, uno de los pocos premios Nobel que llevaron a cabo sus mejores trabajos después de llevarse el codiciado premio; por ejemplo, La Torre (1928) y La escalera de caracol y otros poemas (1929) son posteriores al premio. Fue amigo del poeta americano expatriado Ezra Pound  (The Cantos) y de Rabindranath Tagore.

Yeats tenía ya 57 añitos cuando se casó  con una joven llamada Georgie Hayde-Lees, a la que llamaban George, con la que tuvo dos hijos. A pesar de las críticas de amigos y familiares de ella y de los sentimientos de culpa y remordimientos de él durante la luna de miel por la diferencia de edad, el matrimonio fue un éxito para ellos (que es lo importante).

Poco después de la boda, la esposa de Yeats empezó con la escritura automática, escribiendo lo que llegaba a sus dedos sin pasar de forma consciente por su cerebro. Y así fue cómo ella empezó a escribir la filosofía de vida completa de Yeats, de la que él aún no sabía casi nada. Según Joseph Campbell, esa es la clase de chica con la que tiene que casarse un hombre :-D

Lo que escribió George fue algo muy misterioso. Yeats era una especie de ocultista y, al parecer, recibía esta información por parte de seres invisibles; información que acabó siendo su "libro de libros" (según sus propias palabras): A Vision, una visión de la realidad creada por Yeats y su esposa basada en sus experiencias esotéricas.

A Vision es liosa y complicada pero tiene su importancia en referencia a la simbología del comportamiento humano. La visión de Yeats habla de lo que él llama las máscaras, la máscara que, en cada momento, tienes que ponerte con objeto de poder vivir. Nos ponemos una máscara, un disfraz, para ser algo, o parecer que eres algo, a cualquier precio.

En su libro, Yeats habla de lo que él llama la máscara primaria, que es el rol que la sociedad espera que representes: Tras tu nacimiento, tus padres empiezan a comunicarte patrones de vida que definen la sociedad que cada padre particular desea. Y esperan que las enseñanzas de tu infancia te vayan guiando en la vida. La primera mitad de la vida trata acerca del compromiso individual con el mundo; aquí la imaginería de tu cultura local te atrae hacia el mundo de forma que eliges entrar en él. La sociedad y tus padres te animan  a que hagas un esfuerzo para vivir de acuerdo con las posibilidades que tu sociedad reconoce en ti. Un juego típico de esa imaginería es el de "¿Y qué vas a ser de mayor?"...

Hay una segunda máscara que los Yeats denominan la máscara opuesta o de contraste. Y aquí es donde la cosa empieza a ser excitante. Justo a mitad de la adolescencia, cuando nos dirigimos sin remedio ya a la madurez, comenzamos a pensar en nuestras propias perspectivas y expectativas de vida, que nunca son las mismas que la sociedad nos había adjudicado :-D.

Ellos no me conocen, ¡jamás me han visto!, Soy un ser único y diferente. Hay grandes cosas en mí y por mis muertos que voy a descubrir cuáles son esas grandes cosas, nos decimos. Y así es como descubrimos el problema de encontrar nuestro propio mito y nuestro propio camino... Y ya tenemos el lío.

Mi conclusión acerca de esto es que la madurez nos sirve para algo, y los tropiezos de la vida ayudan también a aclararnos en esa búsqueda. No tenemos necesariamente que quedarnos con la máscara primigenia a menos que nos cuadre bien y nos haga sentir cómodos; y tampoco tenemos necesariamente que rebelarnos porque sí y buscar una máscara opuesta que no nos haga felices.

Con ese cerebro que se nos ha dado, llegados a cierta edad ya podemos pensar con cierta claridad (aunque éste no es un estado permanente, ya lo sabemos) y podemos decidir ser nosotros mismos. Sé Rosa, me digo ante las dudas.

Y luego viene el siguiente problema que nunca se arregla con otra máscara: Sí, vale, pero ¿qué es exactamente ser Rosa?

A lo mejor es en esa pregunta donde está la respuesta que Freud nunca encontró acerca de propósitos, caminos y eso... Tenemos que estudiar esto a fondo, que es lo mismo que estudiarnos a nosotros mismos, estudiar nuestras intenciones y nuestros verdaderos deseos. Pero eso será la semana que viene.

¡Feliz último domingo con máscara!

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