sábado, 28 de marzo de 2015

¿El hábito hace al monje? (II)

El hábito es el enorme volante de inercia que mueve a la sociedad,
su más valioso agente de conservación
William James

Defensores. Inquisidores. Complacientes. Insurgentes.

¿Cómo respondemos a las expectativas? Ya sea de forma consciente o por hábito, todos respondemos a cualquier expectativa de forma muy particular; ya sea una expectativa interna (dejar de fumar, comer más sano) o externa (plazos de entrega, atención al cliente, cumplir una promesa). Conocer esa nuestra forma particular de hacerlo es fundamental, entre otras cosas, para dejar de lado los hábitos que no nos complacen y formar los nuevos hábitos que hemos decidido tomar. :-D

Entender cómo respondemos cada uno a esas expectativas y estudiar cómo nos enfrentamos a ambas nos dará una perspectiva cierta y amplia de nosotros mismos, con lo que podremos hacer con nuestra voluntad auténticas virguerías.

También es importante saber que nuestra tendencia a cumplir expectativas de una u otra forma colorea la forma en que vemos el mundo y, por lo tanto, tiene consecuencias enormes para nuestros hábitos. Dependiendo de ello, como comentaba la pasada semana, casi todo el mundo pertenece a uno de los cuatro grandes grupos de "habituales" (y ninguno es  mejor que otro, por cierto):

Los Defensores responden de inmediato tanto a expectativas internas como externas y cumplen con ambas de forma diligente sin chistar. Cuando se levantan por la mañana sacan su lista de "Pendiente para hoy". Les gusta saber qué se espera de ellos y cumplir con esas expectativas propias y ajenas. Evitan cometer errores y odian dejar tiradas a otras personas o incumplir con ellos mismos. Cualquiera puede confiar en un habitual del tipo defensor, y el defensor puede tranquilamente confiar en sí mismo. Al defensor le gusta entender las reglas, mantener sus propósitos y cumplir con sus compromisos. En los casos de fecha de entrega, muchas veces acaban antes del plazo límite. En el caso del arte o de la ética, por ejemplo, además de las ya establecidas buscan las reglas más allá de las reglas. Sintiendo una obligación real hacia el cumplimiento de sus expectativas internas, los defensores tienen un fuerte instinto de auto-preservación, y esto los ayuda a protegerse de su tendencia a cumplir también las expectativas de otros; y así equilibran pesas. 

Los Inquisidores se cuestionan cada expectativa, sea propia o ajena, y responden a ella únicamente si concluyen que la expectativa tiene sentido o es beneficiosa de algún modo. Los inquisidores están motivados por la razón, la lógica y la imparcialidad. Por ello, es raro que pierdan los nervios. "¿Qué hay que hacer hoy, y por qué? ¿Es conveniente?". Ellos son los que deciden si algo es una buena idea y se resisten a hacer cualquier cosa que para ellos no tenga sentido, propósito o beneficio. Pueden saltarse muchas o todas las normas que consideren arbitrarias pero siguen a rajatabla las reglas que consideren están basadas en la moralidad, la ética o la razón. En esencia, convierten todas las expectativas en expectativas internas. Como los inquisidores aman tomar decisiones después de considerar bien las alternativas y llegar a sus propias conclusiones, están muy comprometidos intelectualmente, y siempre dispuestos a llevar a cabo una investigación exhaustiva antes de decidir si esa expectativa tiene una base sólida para comprometerse con ella; si no llegan a esa conclusión, no cumplirán esa expectativa. Los inquisidores, si están convencidos, rechazarán la opinión de los expertos a favor de sus propias conclusiones.

Los Complacientes cumplen sin problema las expectativas externas pero tienen dificultades para cumplir sus expectativas internas. Están motivados por una especie de contabilidad exterior. Su pregunta es: "Qué tengo que hacer hoy?"... Los complacientes son extraordinarios a la hora de cumplir con las demandas ajenas y plazos de entrega y recorren grandes distancias para hacerse cargo de sus responsabilidades, son colegas, amigos y familiares maravillosos.  Pero como se resisten a sus propias expectativas les cuesta una barbaridad automotivarse. Como dependen de la "contabilidad exterior" en gran medida, los complacientes a veces sufren las consecuencias de pago de honorarios retrasados, fechas límite vencidas o el miedo de dejar tirados a otros (con las propias consecuencias de ésto: ansiedad).  Para un complaciente las promesas hechas a sí mismo se pueden romper; las promesas hechas a otros, nunca. Los complacientes necesitan contabilidad exterior incluso para actividades que quieren hacer: cuando no puedan sacar tiempo para leer, por ejemplo, se unirán a un club de lectura para hacerlo ya que allí se espera que se lean los libros acordados. Además, encuentran formas muy ingeniosas para convertir sus expectativas internas en ajenas y, de ese modo, asegurarse de cumplirlas. :-D  No son listos ni náh...

Los Insurgentes (o rebeldes) se resisten a todo tipo de expectativas, tanto internas como externas (son lo contrario de los defensores). Necesitan actuar desde un sentido de la elección libre.  Cuando se levantan, se preguntan: "¿Qué quiero hacer hoy?". Se resisten al control, incluso al autocontrol, y disfrutan esquivando reglas y expectativas. Los insurgentes trabajan en pos de sus propios objetivos, a su propia manera (their way, como Sinatra) y mientras rechazan hacer lo que se supone que deberían hacer pueden cumplir sus propios objetivos. Lo que tienen siempre en la cabeza, para cualquier cosa, es "en mis propios términos y condiciones". Los insurgentes le atribuyen un enorme valor a la autenticidad y autodeterminación, y aportan un desatado espíritu a todo lo que hacen. En ocasiones, la resistencia del insurgente a la autoridad tiene un enorme valor sociológico, y su mejor activo es su voz disidente; y no deberíamos escolarizarlos para ser de otra forma, aislarlos socialmente o avergonzarlos en público ya que el insurgente está ahí para protegernos a todos. Lo que no impide que los rebeldes a menudo frustren a otros porque no se les puede pedir que hagan algo. No les importa lo que la gente piense de su forma de actuar, ni que les digan que se comprometió a hacerlo, o que sus padres se sentirán defraudados... De hecho, pedirle a un rebelde o esperar de él que haga algo a menudo les lleva a hacer lo contrario. "Mira, de hecho pensaba hacerlo pero ahora que vienes y me lo pides, no lo haré. Así que no". Es conveniente que la gente que rodea a los rebeldes se guarden de encender de forma accidental sus  espíritus de oposición; esto es un reto especialmente duro para padres de infantes insurgentes :)). En ocasiones los rebeldes se frustran a sí mismos porque no pueden decirse qué hacer, ya que se resisten al compromiso con ferocidad (saben que elegir A es renunciar al resto del alfabeto), pero muchos saben canalizar su energía rebelde de formas muy constructiva y creativas (aunque se resisten a las jerarquías y las reglas sin contemplaciones).

Y, dicho esto, una vez conozcamos nuestra tendencia habitual podremos cambiarnos de hábito mucho más cómodamente.

¡Feliz finde de autoconocimiento!









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