domingo, 15 de marzo de 2015

El cerebro femenino: entendernos es un milagro (II)

Los hombres y las mujeres se mezclan tan bien como el aceite y el agua;
por eso hay que estar agitándolos constantemente.
Alan Alda, actor



Las hormonas pueden determinar qué le interesa hacer al cerebro. Ayudan a guiar las conductas alimenticias, sociales, sexuales y agresivas. Pueden influir en el gusto por la conversación, el flirteo, las fiestas (como anfitrión o invitado), la programación de citas y juegos infantiles, el envío de notas de agradecimiento, las caricias, la preocupación por no herir sentimientos ajenos, la competición, la masturbación y la iniciación sexual (Louann Brizendine).

Eso sí, yo no he podido averiguar qué hormona es la encargada de la plancha en nuestra vida.

Si en el cerebro de los chicos la testosterona es el rey, en el cerebro femenino la reina de los mares absoluta es el estrógeno.

Si en el cerebro masculino el área correspondiente al impulso sexual es la más desarrollada, en el cerebro de las chicas los centros de comunicación y audición son los que ocupan más espacio (justo los que se reducen en los chicos al sufrir los bombardeos de testosterona estando aún en el bombo materno).

Si el cerebro de los chicos es simple al decir de muchos (y en apariencia), el de las chicas es mucho más complejo; no lo podemos disimular y por eso, al decir de ellos, no hay quien nos entienda. El baile de hormonas alocado que se produce en el cuerpo femenino está afectado por el ciclo menstrual, cosa de la que no disfrutan los hombres. El cerebro femenino no es igual en la niñez, adolescencia, embarazo, menopausia, madurez o ancianidad, aunque parezca el mismo. Además, con la maternidad, el cerebro de las chicas cambia de forma radical y permanente.

Por supuesto, las culpables son las hormonas, así que ya no podrá nunca un hombre echarnos en cara nuestros cambios de humor, sacar la lista negra, ser puntillosas en nuestra relación o tener memoria de elefante porque la culpa verdadera de todo ello la tienen nuestras hormonas y éstas nos las impuso la naturaleza (como a ellos las suyas).

En el cuerpo de las mujeres la hormona más potente, la hormona femenina por definición, es el estrógeno, Nuestra hormona más potente, la ejecutiva, arrolladora, a veces utilitaria, a veces seductora agresiva, habita en el córtex cingulado anterior, centro encargado de nuestras toma de decisiones y contemplación de opciones. Es el centro de las preocupaciones menores (¿me pondré el rojo o el azul? ¿Qué dirá Pili del asunto? Tengo que hablarlo con mamá; o quizás mejor con mi peluquero) y está más desarrollado en las mujeres que en los hombres. Se lleva estupendamente con la dopamina, la serotonina, la acetilcolina y la norepinefrina, sustancias químicas que propician el bienestar cerebral (y, por lo tanto, la tranquilidad familiar).

El estrógeno tiene dos hermanas:

La progesterona tiene, como función principal, preparar el endometrio para la recepción e implantación del embrión y su adecuada fijación. Por este motivo, la progesterona suele permanecer en segundo plano (por suerte no estamos siempre embarazadas) aunque a veces aparece para cambiar los efectos del estrógeno de forma tormentosa. Otras veces, en cambio, actúa de agente estabilizador (¿quién la entiende?), como una "chill pill" del cerebro femenino (un Valium natural). Con este disfraz su nombre es alopregnenolona (¡qué feo!). Su habitáculo en el cerebro es la glándula pituitaria. 

La testosterona, como ya sabemos, es menor en cantidad en las chicas que en los chicos, pero eso no significa que carezcamos de ella; que nosotras, cuando queremos, también sabemos ser rápidas, enérgicas, centradas, arrolladoras, masculinas si es necesario, seductoras, vigorosas y agresivas. Y, si nos ponemos a ello, también sabemos ser insensibles y cortamos los mimos de raíz. Hombre ya, que no solo los chicos saben hacerse los duros en esta peli.

Además de su familia de sangre, el estrógeno tiene varias "mejores amigas" con las que se entiende a la perfección. Aunque cada una, por supuesto, tiene sus particularidades, estas amigas del alma se juntan cada poco tiempo para hablar de sus cosas:

La oxitocina es la gatita del grupo: mimosa, cariñosa y esponjosa encuentra su propósito último en ayudar y servir, suavizar tensiones y pacificar a quien lo necesite. Es hermana, a su vez, de la vasopresina (hormona masculina socializante) y prima hermana de la dopamina (otra pacificadora de pro).

El cortisol es la malhumorada del grupo. Siempre está estresada, abrumada, crispada; es muy sensible tanto física como emocionalmente y está perpetuamente necesitada de atención. La manipuladora de la pandilla, pero también se la quiere y se la necesita. Es la que más rápido reacciona ante las emergencias (reales e imaginarias).

La vasopresina, aunque también pertenece al grupo, es más discreta y, a menos que sea necesario, se suele mantener en segundo plano; no le gusta llamar la atención. Es sigilosa y sus energías son masculinas, sutiles y agresivas propiciando la conexión de forma activa.

La DHEA o androstenolona, llamada también hormona de la juventud, es producida de forma natural por el cerebro pero también, en caso de que no acuda a las citas de chicas, se puede producir en laboratorio a partir de ciertas sustancias que contienen el ñame silvestre y la soja (aunque atiborrarte de ambas cosas no hará que tú produzcas más). También se la llama la hormona madre, es energética en la juventud y la madurez pero desaparece en la ancianidad, mantiene la masa muscular y la energía. O sea, que a los últimos aquelarres, no asiste.

La androstenediona (qué nombres, por diossssss) se genera en los ovarios y es descarada y animada hasta que, en la menopausia, disminuye muriendo a la par que lo hacen los ovarios. Es la que anima la fiesta hasta cierto punto del tiempo y el espacio.

La alopregnenolona es hija de la progesterona pero se la admite con gusto en el grupo de mayores ya que es la que mejor sabe calmar y apaciguar a su madre. Sin ella el grupo está irritable e inquieto. Tiene poderes mágicos sedativos y tranquilizantes; neutraliza cualquier tipo de estrés y, en cuanto desaparece, todo es mal humor. Su marcha repentina de las reuniones tres o cuatro días anteriores al ciclo femenino es la clave del síndrome premenstrual.

Así pues, las diferencias cerebrales de estructura, químicas, genéticas, hormonales y funcionales entre hombres y mujeres hacen que ambos sexos tengan diferentes sensibilidades cerebrales ante el estrés y el conflicto, por ejemplo, ya que utilizan distintas áreas y circuitos cerebrales para resolver los problemas, procesar el lenguaje, experimentar y almacenar la misma emoción intensa. Las chicas pueden recordar el detalle más mínimo de su primera cita o de sus enfrentamientos más bestias con su churri mientras que sus maridos no recuerdan siquiera que eso haya sucedido. La culpa la tienen las estructuras químicas y cerebrales y no el hecho probado de que que seamos unas brujas con lista negra siempre a la mano.

Está probado científicamente que chicos y chicas tenemos el misno nivel promedio de inteligencia, pero la realidad del cerebro femenino ha sido a menudo mal interpretada por entenderse que está menos capacitado en ciertas áreas, como puedan ser las matemáticas y las ciencias; cuando la verdad verdadera es que, al llegar a la adolescencia, no existe diferencia entre hembras y machos humanos en lo tocante a sus aptitudes matemáticas y científicas.

Aunque también es verdad verdadera que en cuanto el estrógeno inunda el cerebro femenino, las chicas empiezan a concentrarse más intensamente en sus emociones y en la comunicación: hablar por teléfono y salir con las amigas. En cambio, en cuanto la testosterona inunda el cerebro masculino, los chicos se vuelven menos comunicativos (todavía) y se obsesionan con el logro de hazañas en las competiciones deportivas y con tener compañía en el asiento trasero del coche.

Por regla general, según la doctora Brizendine, cuando llega la fase en que tienen que decidir sus trayectorias profesionales, las chicas empiezan a perder interés en trabajos que requieran más tiempo a solas y menos interacción social mientras que los chicos no tienen problema en absoluto en estar solos horas y horas delante del ordenador. Por lo que el hecho de que pocas mujeres terminen dedicándose a la ciencia, por ejemplo, no tiene nada que ver con deficiencias del cerebro femenino en matemáticas.

Sin duda, el cerebro femenino tiene muchas aptitudes únicas: sobresaliente agilidad mental, habilidad para involucrarse profundamente en la amistad, capacidad casi mágica para leer las caras y el tono de voz en cuanto a emociones y estados de ánimo, y una destreza paranormal a la hora de desactivar conflictos; son talentos con los que las mujeres han nacido y que los hombres no tienen. Ellos tienen otros que están configurados por su propia realidad hormonal.

En fin, que este asunto no es tan sencillo como que ellos no escuchan y nosotras somos brujas. La cosa tiene mucha más miga, pero espero que algún día nos entendamos sin problemas...

Bastará con tener en cuenta las diferencias en momentos de riesgo extremo y darnos el alto recordándonos: "¡Cuidado, son sus hormonas!". Que hay hombres sobresalientes que lo tienen en cuenta recordando a tiempo las cualidades de ella que lo enamoraron y echando mano de su insigne paciencia en la consecución de objetivos y resolución de problemas. Nosotras podemos conseguirlo también recordando que su madre fué la primera mujer que lo amó y que es entendible que él no lo olvide a la hora de calificar nuestra tortilla de patatas o la de nuestra propia madre. Los chicos son fieles por naturaleza a esa bruja. :-D

Feliz y oxitocino-estrogénico domingo.







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