domingo, 30 de noviembre de 2014

Felicidad y estadística: los países a examen.

Dinamarca y Butan, entre el cielo y la tierra...

La felicidad media del planeta está ahora mismo en un 5.1 puntos sobre 10. Aprobado peladillo para el mundo. Aunque es buen síntoma que se debata sin pudor a nivel oficial sobre la felicidad de los terrícolas, el mundo progresa adecuada pero lentamente y necesita con urgencia mejorar.

A finales del año 2013, la ONU publicaba su segundo Informe sobre la Felicidad Mundial, uno de los más importantes y, al parecer, fiables de los que se publican en este asunto que cada vez más ocupa y preocupa a todos. Un 5.1 sobre 10 no es para tirar cohetes pero, al menos, no estamos suspensos... ¿todavía?

Cuando nuestros hijos traen esas “notas” a casa no podemos darles una bofetada por “no hacer nada” pero sí podemos despacharnos con un buen discurso disuasorio y amenazar con tomar medidas. No debemos, pero lo hacemos cuando estamos muy decepcionados, compararlos con sus primos o compañeros que han tenido notables altos y alguna que otra matrícula. “No es bueno para su autoestima”, dicen los psicólogos.

Pues en cuestión de países me importan una M la autoestima y los psicólogos, y nos comparo con otros países que teniendo menos son más felices. A ver si aprendemos.

Islas Feroe, Dinamarca.

El informe feliz de la ONU tiene en cuenta a 156 naciones de todo el planeta Tierra y quiere servir de guía a las políticas gubernamentales de esos y otros países.  Al elaborar este informe que luego hace público para advertencia de muchos, la Organización de Naciones Unidas tiene en cuenta seis parámetros: el PIB per cápita del país, las posibilidades reales de sus ciudadanos de llevar una vida saludable, el respaldo social con el que cuentan, la libertad personal de los ciudadanos de esas naciones para tomar decisiones vitales, la ausencia de corrupción de sus gobiernos nacionales y locales y la generosidad de sus gentes.

Dinamarca es la estrella de este informe último: ostenta el puesto número 1. España carga con el puesto número 38 en esa escala de 156. Entre ambos, muchas sorpresas.

A pesar de nuestra siesta, nuestros chistes, nuestra alegría de vivir, el flamenco y la cantidad de bares per cápita de nuestro amado y soleado país, en cuestión de felicidad nos ganan por goleada (en este orden): Noruega y Suiza (que completan el trío campeón),  seguidos por Holanda, Suecia, Canadá, Finlandia, Austria, Islandia y Australia, casi todos ellos países heladores… Los 10 países más felices del mundo son, en su gran mayoría, países con el clima y la geografía en contra.

A partir del puesto número 11, que es Israel, sigue la lista: Costa Rica, Nueva Zelanda, Emiratos Árabes, Panamá, México, Estados Unidos (que ascendió del puesto 23 al 17 en un solo año), Irlanda, Luxemburgo y Venezuela en el puesto número 20 del ranking feliz.

Estamos en el tercio favorecido del ránking, pero no somos tan felices como cabría esperar y lo somos un poco menos que en el anterior informe. Al igual que en Portugal, Italia y Grecia, en nuestro país ha disminuido sensiblemente nuestro índice de felicidad. Los cuatro países hemos sido objeto de un rescate bancario al menos, sufrimos el tipo de corrupción y derroche por parte de mandos altos (y de medio pelo) que antes achacábamos solo a “países sudacas y caribeños” y llevamos mucho tiempo ya sometidos a gobiernos bipolares y/o esquizofrénicos que niegan la realidad una y otra vez.

¿Tendrá esto algo que ver?

Por otro lado, el estudio de la ONU nos informa de que seis de los 17 países miembros de la Unión Europea han aumentado de forma sensibilísima (y sensata) su índice de felicidad y todos ellos son del norte y del centro de Europa, con un frío que pela y casi sin ver el sol. ¡Qué envidia! Muchos de ellos veranean en Marbella, Capri o el Algarve, echándose aquí la siesta dos semanas al año, sí, pero… Viven y trabajan en y para su propio país sin echarse siestas a diario.

¿Lo estamos haciendo nosotros al revés?

Los últimos puestos en el ranking feliz son, en este orden, para Togo (a la cola total), Benin y República Centroafricana, Burundi, Ruanda, Tanzania, Guinea, Comoras, Siria y Senegal. Estos países también tienen mucho sol, incluso más que nosotros.

¿Y a quién se le ocurrió esta feliz idea de los informes?

Pues fue iniciativa del primer ministro de Bután, Lyonpo Jigme Thinley, que animó a los países miembros de la organización a medir la felicidad de sus habitantes. Esta iniciativa butanesa fue aprobada durante una Asamblea General en julio de 2011 (¿se habrán arrepentido ya los otros países miembros de haber aprobado el que se saquen sus vergüenzas a la luz?).

¿Y por qué se le ocurriría a este hombre una idea así?

Timbhu, capital de Butan

En los años 60 llegó el teléfono a Bután junto con su propia moneda, en 1999 llegaron la televisión e internet (con censura, eso sí) y la democracia se estrenó ya entradito este siglo en el que estamos y no existen semáforos ni siquiera en la capital de ese feliz país, Timbhu. La sociedad butanesa es en su mayor parte matriarcal, permitiéndose a las mujeres la poligamia. ¿Tendrá eso algo que ver también con el índice de felicidad de uno y otro sexo?

Para encontrar el equilibrio entre su tradicional hermetismo al exterior y la ya inevitable apertura, se creó el concepto de Felicidad Interior Bruta --que suena muchísimo mejor que nuestro PIB-- en base a la filosofía budista. Este concepto de sociedad con el derecho básico y primario a la felicidad persigue intensificar el bienestar humano, garantizando al butanés ciertos derechos y parámetros sociales sin promover a lo bestia la persecución de bienes materiales. Al margen de las listas de la ONU, se considera a Bután el país más feliz del mundo. Desde mucho antes de que la felicidad se pusiera de moda.


El turismo a este abruptísimo país (el tramo más recto de carretera tiene menos de medio kilómetro) está restringido y solo se puede viajar a él en grupos organizados; nada de ir por tu cuenta a recorrerlo. Puedes fumar allí, pero si te pillan dándole o vendiéndole un cigarrillo a un oriundo te la cargas por contrabandista. Nada menos.

¿Nos ayudará la benemérita globalización a copiar y emular estos modelos hasta hacerlos nuestros?

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