domingo, 8 de junio de 2014

Repetimos: el optimismo se puede reaprender.

El pesimismo paraliza y conduce a la debilidad,
el optimismo fortalece y conduce al poder.
William James


Antes de salir nos ponemos los rulos (o nos abrasamos el pelo con las planchas), nos ponemos los pantalones o la falda que mejor nos sientan (o eso creemos), nos coloreamos la cara para tener mejor aspecto, nos aseguramos de que nuestras uñas y nuestros zapatos estén limpios, respiramos hondo pensando en el día que tenemos por delante y nos decimos: “Vamos allá”, con una especie de temorcillo puto que nos encoge el estómago lo justo. Lo justo para permitirnos enfrentar el día como mejor podamos pero no lo suficiente para salir de casa reventones camino de esa reunión o esos tomates (que no saben a nada en Madrid desde hace ya décadas) decididos a hacernos con todo.

Pero lo importante de verdad no nos lo ponemos para salir. En realidad, no nos lo ponemos casi nunca

No caemos en que más importante que el maquillaje, los zapatos limpios o llevar el pelo impecable es ponernos nuestro optimismo. Nos olvidamos de buscarlo (porque está ahí, sin duda) y calzárnoslo antes de empezar nuestra rutina, enfrentar esa reunión de la que depende un trabajo o, simplemente, ir a la compra a por unos tomates que sepan a algo.

De que algo salga mal o bien siempre hay un cincuenta por ciento de posibilidades. ¿Por qué tirarnos al cincuenta por ciento que nos paraliza, nos encoge el estómago o nos impide disfrutar de esa reunión o esa visita a los puestos del mercado?

El optimismo es nuestro y lo hemos olvidado. Pero podemos recordarlo o incluso volver a aprenderlo. ¿Qué perdemos? Con una actitud relajada y expectante, nuestras posibilidades de que la cosa salga bien, o al menos no salga mal, aumentan en un 85%. ¿Qué, al final, no sale la cosa exactamente como deseábamos? Pues a otra cosa mariposa. Eso no ha salido a nuestro gusto hoy, pero puede salir mañana —o pasado, o el mes que viene— con la actitud adecuada: saber que llegará; que eso es nuestro y que lo único que tenemos que hacer es saber que llegará y seguir en nuestros asuntos haciendo lo que tengamos que hacer mientras llega.

La mala noticia, como ya anticipé tiempo atrás, es que es un trabajo de toda la vida...

Pero al igual que un día, hace ya mucho tiempo, nos habituamos a ver por adelantado el lado oscuro de las cosas :-D, podemos hoy elegir lo contrario y habituarnos a lo bueno. Puede que nos cueste algún tiempo y esfuerzo —es un trabajo de cada día, lo siento—, y es posible que sintamos en ocasiones la tentación de volver al camino viejo y cómodo (aunque puto). No lo hagas.

Lo importante en esos momentos es ser conscientes de esa tentación y resistirnos a ella. No seguir por el camino conocido, cómodo y oscuro tiene su recompensa: un día, en un momento dado, caemos en la cuenta de que hemos trillado una nueva vía de tanto pasar por ella. Una nueva vía que ahora nos lleva, sin esfuerzo, por ese otro cincuenta por ciento luminoso de nuestras posibilidades y expectativas. Y ese es el objetivo: crear día a día una nueva pista por la que deslizarnos sin esfuerzo. Ese es el camino que nos conviene.

Porque recuerda: pertenecemos a una especie cuyas cualidades principales son el coraje, el gusto y la curiosidad por tomar riesgos, el amor por aprender cosas nuevas, por probar nuevos sabores, por superar miedos (realmente infundados) con un valor que no sabíamos que era nuestro y porque intuimos que la empatía importante de verdad la tenemos que tener, ante todo, con nosotros mismos. ¿Llamarías tonto de remate o hijoputa a un amigo que ha fallado en un primer intento de algo importante para él? ¿O lo animarías a que siguiera una y otra vez, asegurándole que lo conseguiría?

Siempre, siempre, eliges tú... ¡Qué buena noticia! ¿Qué vas a hacer con ella? :-D

Te deseo una feliz y optimista semana de exámenes finales, bodas y comuniones, todo ello propio de junio. Inevitablemente. :-D

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