martes, 11 de marzo de 2014

Yo, Ello, SuperYo... Y los otros y lo otro


Clementina Alonso
En la revista Genio y Figura, que edité durante cinco años, escribían habitualmente colaboradores; algunos eran fijos y otros eventuales. Como no sé aún cómo añadir una página de Invitados en el blog, y mientras descubro cómo se hace, he decidio invitar sin más, en la única página que sé dónde está... :-D

Mi primera invitada al blog es Clementina Alonso, una feliz estudiante de último año de Bellas Artes. Escribe aquí sobre temas que afectan directamente a la manera de hacer y percibir el arte (y yo diría que la vida), estrechísimamente unidos al placer y la felicidad, que dependen de forma directa de cómo nos percibimos a nosotros mismos y cómo a veces nos manipulan otros. Educación, miedo, conciencia, herramientas de manipulación admitidas y habituales y las consecuencias de todo ello...


Qué define al Ser Humano como tal

En Lo Siniestro, Sigmund Freud advierte que el individuo posee un desglose de sí mismo, la conciencia, que da pie a la auto-observación y sirve de pizarra para la autocrítica y el auto-conocimiento. Este es el reflejo que de uno mismo parte. Según establece en el estudio de El Yo y el Ello, la mente se desglosa en el “Ello”, la parte innata, virgen y manipulable, que opera según el principio del placer y es recipiente de las necesidades e instintos primarios; el “Yo”, que está relacionado con las experiencias y percepciones, trata de responder a las necesidades del ello de manera realista, media entre el “Ello” y la realidad exterior; y el “Superyo” o la conciencia moral adquirida de la cultura, que critica los desatinos de la mente y alaba la conducta que coincide con la ética (“yo” ideal).

Según Richard Sennett, el ser humano medio necesita una firme conciencia de sí mismo, es decir, un relato de vida que sirva de sostén a su existencia, unas habilidades específicas de las que enorgullecerse y valora las experiencias por las que ha pasado[1].

En su Ensayo Sobre la Falta de Lugares[2], José Luis Pardo propone el “lugar” como extensión o cosa natural única en la que los hombres pueden nacer, vivir y morir como hombres, que les proporciona a ellos y a las cosas una significación propia y recta, un origen, una morada. En estos “lugares” brotan nuestras simpatías hacia lo nuestro y hacia los nuestros; todos hemos nacido en un “lugar” y tenemos vínculos imborrables con nuestras raíces.

Carl Gustav Jung afirma e insiste en que el ser humano goza de Consciente e Inconsciente, que la civilización se ha ido apoderando del primero y que nuestra esencia primitiva, cargada de instintos, ha sido desterrada al Inconsciente, el cual trata de recordárnosla como puede mediante una de sus herramientas fundamentales: los sueños, que tienen por función equilibrar y advertir. El mecanismo, sin embargo, no es tan fácil como dormir y recordar: los sueños han de ser tratados con atención, reflexión y, sobre todo, interiorización. Los símbolos mostrados en los sueños son tan personales como el propio ADN, se basan en la herencia, la experiencia, las manías y otros factores que se nos han escurrido hacia el Inconsciente.

Esta observación de Jung, expuesta en 1964 (y que es contraria en este aspecto a la de su maestro, Freud), no dista de los estudios de la joven ciencia de la Neurología, que en relación a los sueños afirma que mientras dormimos, el cerebro está más ocupado que nunca, traduciéndose esto a que todas sus partes permanecen activas; todas menos el lóbulo frontal, responsable de la lógica. Es decir, parece ser el sueño el único momento en que somos incapaces de secuenciar, ordenar y planificar. Somos libres de imaginar lo que queramos, estructurar como nos parezca y dar valor a lo que consideremos que lo merece, porque han desaparecido límites como los de la física, la política o la urbanidad. Nuestro Inconsciente manda y nuestro Consciente vive solo en los recuerdos que la memoria a largo plazo esta archivando como útiles durante este proceso.

Entre las teorías de dos psicoanalistas, un sociólogo, un filósofo y nuestra propia biología, podríamos afirmar que el ser humano es, pues, aquel individuo con percepción, emoción y lógica, que vive en tiempo y espacio, ya que necesita y desarrolla un origen, un relato, evolución y relación con su entorno, que posee las capacidades de observación, de relación y de orden, y a la vez las de cuestionar/se, criticar/se o afirmar/se, en relación a la realidad (que es su relación con el exterior) a través de la Consciencia y, unos estratos más en profundidad, a través de la Inconsciencia.

¿Puede ser, entonces, que nuestra relación con el exterior (vamos a llamarla “Realidad”) haya ido adquiriendo tamañas dimensiones que nuestra esencia humana individual (llamemos a esto “Humanidad” sin olvidar que es tan real como el concepto anterior) haya acabado enterrado de tal manera que se nos antoje invisible? ¿Es la Realidad automática y la Humanidad compleja? Si nacemos humanos, sin haber tenido relación directa con ningún exterior, ¿por qué vivimos siendo realistas y nos cuesta tanto gestionar nuestra Humanidad?

Herramientas de Relación: Educación

“La durabilidad de un recuerdo depende directamente de las circunstancias emocionales en que éste fue adquirido”, afirma Joaquim Fuster, neurólogo. Esto quiere decir que se recuerda lo que se siente, o que se recuerda como se sintió cuando sucedió...o ambas cosas. Los recuerdos se forjan con emociones. Y los recuerdos conforman la experiencia del individuo: su relato de vida. El proceso de adquisición de un recuerdo se llama “aprendizaje”.

Según la Psicología, los recuerdos también se pueden hacer duraderos de forma poco casual, “artificialmente”, a través del refuerzo del aprendizaje, mediante recursos como repetición, comprensión, aplicación o asociación, pero esto sólo nos interesa a modo de inclusión aclarativa, puesto que también implica siempre a las emociones.

Una de las primeras herramientas que aprendemos en contacto con la realidad es el lenguaje. Ésta es una herramienta de poder; con ella controlamos lo que expresamos, compartimos, complicamos o simplificamos, organizamos... En Frankenstein, el monstruo ve con el lenguaje su realidad notablemente cambiada y accesible. Antes de llegar al granero de la familia De Lacey, sólo conocía a través de los sentidos y las emociones, la gente huía de él y el monstruo no sabía por qué. Cuando comienza a controlar la herramienta del lenguaje, es conocedor de conceptos como “familia” y entiende por qué la gente huye de él, por qué es diferente y, cuando finalmente aprende a leer y encuentra el diario del doctor, es conocedor de sus extraños orígenes.

Los niños, con corta experiencia vital, utilizan el lenguaje como puente simple entre mente y Realidad. Más adelante, copiando ejemplos de su entorno, aprenderán que, utilizando técnicas de memoria, rodeo y conexión entre puentes anexos, también es una herramienta para la diversión, el relato, la manipulación o el dolor. 

Es decir, las personas aprendemos que el lenguaje es útil para la comunicación y satisfacción inmediata de nuestro “Ello” y, a través del refinamiento de su uso, para la provocación de emociones, respuestas y hechos en nuestra Realidad. El perfeccionamiento del lenguaje es un proceso paulatino que se mezclará con otros muchos durante el crecimiento. El monstruo, por ejemplo, acaba viéndose capacitado para exigir un segundo miembro de su especie a Frankenstein, amenazándole con hechos que podrían herirle de negarse a cumplir sus deseos, prometiéndole que esa creación dará lugar a algo positivo, que su odio retrocederá y sus crímenes cesarán.

El centro del aprendizaje por excelencia es el colegio, que impulsa la adquisición de recuerdos en serie. Llegamos entonces a la Educación. Y ¿qué es?

Educar consiste en empapar. Empapar de Geografía, Literatura, buenos modales o pensamiento crítico, da igual, todo ello entra en la categoría, pero precisamente por eso hay que prestarle mucha atención. No siempre se para uno a pensar que todos estos conceptos estén tan estrechamente relacionados, pero resulta que la forma que tenemos de estructurar nuestro entorno la aprendemos casi entera en el colegio. Allí aprendemos, por ejemplo, a vivir en sociedad y a tratar con individuos que representan diferentes papeles en ella: nuestros coetáneos, con mismos deberes y derechos que nosotros; los profesores, responsables de nuestro proceso de desarrollo y el éxito o fracaso del mismo, representan el avance, y son responsables también de nuestra seguridad; la señorita del botiquín, (en portería o enfermería, según qué colegio), cumplirá el papel de la sanidad; el director, que visita la clase semanalmente, despierta nuestra conciencia de autoridad máxima; los niños mayores serán los de clase superior y los niños con gafas, cualquier diferencia con la norma o menor edad, los de clase inferior.

Así aprendemos que el mundo es sociedad, y la sociedad tiende a estructurarse. Este aprendizaje, forjado con premio, castigo y eventos que nos arrancan emociones, nos implanta en la mente un esquema ordenado y limitado que condicionará nuestra conducta en el mismo colegio y, cuando salgamos, en órdenes similares. Sólo los mentores realmente interesados en el desarrollo a largo plazo del individuo se esmerarán en inculcarle un pensamiento crítico, basado en una baraja de opiniones, el contraste de las mismas y el interés en forjar una propia.

Ésta es una herramienta fundamental a la hora de formar a las personas como entes nutridas, hábiles y capaces para tomar decisiones y gestionar conductas, primero respecto a sí mismo y, como resultado, respecto a su entorno o Realidad. Los niños, como lienzos en blanco con finos bosquejos de herencia que son, han de ser guiados para conocer la importancia de saberse y construir una identidad nutrida de sentido para desenvolverse con la seguridad que brindan el autoconocimiento y la conciencia situacional.

Uno de los problemas esenciales es que la dinámica social actual estipula este proceso al revés: el individuo actúa primeramente empujado por requisitos externos y después, si le da tiempo, se ocupa de analizarse. Esto abre brechas que hacen vulnerable a nuestra Humanidad permitiendo a agentes externos manipularla, acceder a través de instintos primarios a la sofisticada construcción que tenemos por personalidad. 

Esta inversión en el proceso de cimentar la identidad da lugar al trastorno de ideales, que pasan de ser individuales a comunes. Se da en primer lugar una necesidad de satisfacer a nuestro entorno como parte de él (trabajo, rutina, productividad, aspecto acorde al canon..) y en segundo lugar la necesidad de satisfacer nuestra Humanidad individual; pasamos, pues, a infravalorar necesidades fisiológicas y primarias (horas mínimas de sueño, hábitos de alimentación, afecto, autorrealización...). Ahora priman la supervivencia y aceptación social sobre el equilibrio biológico y la auto-aceptación. Pero sin lo segundo no es posible lo primero de una manera coherente, sustentada de sentido y útil para el individuo. 

Este hecho da a luz un caos, una identidad diseñada por la norma y alimentada por satisfacciones efímeras y vacías. Esto es enteramente aprovechable por autoridades e industrias. Su deseo es el avance controlado de la sociedad, y para controlar este avance es necesario controlar antes las identidades individuales ajustándolas a un canon que ha de cumplirse. Los sistemas de autoridad jugarán su carta del castigo: la fuerza bruta y la extorsión para generar el miedo en todo aquel que suponga un obstáculo en la imposición de su esquema.

Testigo de ello es el documental La doctrina del Shock, que ilustra con detalle los actos de violencia cruda a los que los grupos implicados (o aludidos por cercanía) son sometidos por el mero hecho de no estar de acuerdo con el sistema de poder: arrase de poblados, abusos físicos y psicológicos, amenazas y muertes indiscriminadas a manos de asesinos a sueldo, militares o estrategas de la conspiración. Todo lo que salga de esa norma será tachado de minoría (colectivo) o ser extraño (individuo). Tanto nos hemos acostumbrado a esta dinámica, que en la mitad de las ocasiones lo extraño nos produce miedo irracional, como bien expresa el profesor George Falconer (en la película adaptada de la novela Un Hombre Soltero) cuando un alumno le pregunta por el significado de un comentario de Huxley acerca del odio de los nazis hacia los judíos3; lo extraño es raro, propio de paria o siniestro.

En el otro 50% de los casos, lo extraño calza en lo positivo; nos atrae lo extraordinario, lo original y lo exótico. Como seres individuales, no podemos evitar sentirnos atraídos por lo único y perseguirlo, está en nuestra esencia y en nuestro Inconsciente; al mismo tiempo, como partes de una sociedad cuya columna vertebral es la norma, padecemos la necesidad de sentirnos aceptados dentro de una especie, de una sociedad, de un canon, de un molde común. El monstruo de Frankenstein, mientras no sabía la razón por la que la mayoría huía de él, se siente confuso, rechazado y, en consecuencia, frustrado y enfadado por los ataques que sufre. Aún siendo ya consciente de sus diferencias y a pesar de no gustarse en su reflejo, él no es malo, es humano, busca afecto, compañía, trata de ayudar (por ejemplo, la niña del río), pero el rechazo sin motivo real, por meros prejuicios, tiende a extenderse negativamente en ambos sentidos, y el sujeto acaba buscando venganza para quienes lo rechazan y marginan y requiriendo un semejante para satisfacer su necesidad de compañía, para descartar el sentimiento de abandono.

En referencia al aspecto siniestro de lo extraño, Freud propone una teoría a través del proceso de percepción. “Heimlich” se relaciona con lo familiar, íntimo, secreto y confortable, mientras que “Unheimlich” se refiere a lo siniestro y angustioso. Ambos términos tienen un punto de partida común: la oscuridad, lo escondido, la intimidad, y difieren en que el primero se refiere a lo que se encuentra bajo nuestro control, y lo segundo a lo que escapa de él. Lo “heimlich” puede tornarse “unheimlich” con la simple aparición de la duda sobre lo conocido, una desconfianza espontánea sobre lo que creíamos que era y que ya no sabemos si es. Siguiendo a Freud, aquellos que rechazan y/o atacan a la creación del doctor Frankenstein, son víctimas del sentimiento de lo “unheimlich”, tienden a huir, a defenderse, porque desconocen y porque el individuo llevado a la vida por el doctor se ajusta a las medidas físicas de un monstruo (grande, feo, tosco y extraño). Esta mezcla entre ausencia de control y prejuicios les produce miedo, les activa el sistema nervioso simpático, que dispara la adrenalina en el cerebro y empuja a huir o atacar.

Herramientas de Manipulación: Neuromárketing 

Existe una disciplina exclusivamente centrada en el estudio del funcionamiento del cerebro y el “Ello” para programarlos en una actitud consumidora. Este es el campo del Neuromárketing. El lanzamiento de un producto al mercado comienza con la búsqueda de in-sights, término que se refiere a las supuestas necesidades que flotan en el Inconsciente. Una serie de voluntarios se someterá a un estudio profundo a través de entrevistas y tecnología aplicada al cerebro para sacar sus in-sights. Si las necesidades de dos o varios candidatos coinciden, se diseñará un producto para su satisfacción y será lanzado al mercado para luego adoctrinar —a través del Inconsciente— al resto de consumidores con diferentes estrategias, recordándoles que el producto en cuestión satisfará una nueva necesidad hasta entonces encubierta.

Utiliza, por ejemplo, nuestra debilidad por ciertos olores para que nuestro cerebro los conciba asociados a un producto o marca determinada (por ejemplo, exponiéndonos a ambos a la vez). De esta manera, la próxima vez que veamos esa marca, estará asociada en nuestro inconsciente al olor que tanto nos gusta, pasando así al banco de “cosas que me convienen” de nuestra memoria, haciéndonos más propensos a consumir sus productos. Los colores y sus efectos en el ánimo, la música, la estructura lingüística... Todo lo que percibimos y que desencadena emociones en nuestra mente es estudiado para la manipulación de la misma percepción. Mientras tanto, formas de vida y sentimientos son diseñados para que los deseemos. Y funciona. Es sorprendente cómo el ser humano tiende a actuar contra sus propios intereses, sin ser conscientes pero creyendo estar en posesión del control.

Este vicio del Mercado tiene antecedentes en los campos de la Política y la Educación.

El sistema educativo contemporáneo, como se expone en La Educación Prohibida4, extiende sus raíces desde la Prusia del s. XIV, cuando sus gobernantes decidieron que no querían un pueblo analfabeto, pero sí un colectivo de súbditos controlables y obedientes. Se instauró así un sistema de educación que enseña a leer, escribir y desarrollar conocimientos limitados en las áreas de ciencias, literatura y artes. Así los alumnos crecen con una cultura común: una serie de conocimientos que inducen al espejismo de saber todo lo que hay que saber, olvidando de esta manera que el autoconocimiento, el análisis y el pensamiento crítico son los cimientos sólidos para el desarrollo de una persona como individuo y como miembro de la Realidad. Aquí tenemos otra cerca de limitación: la creencia de que la cultura es sinónimo de dominio del terreno, cuando es un mapa que muestra un bajo porcentaje del mismo.

La política también se vale del Neuromárketing para el éxito de sus campañas: inyectando ideas de unidad o exclusividad, vendiendo futuros utópicos como posibles, haciendo promesas que todo ciudadano quisiera ver cumplidas...todo esto mediante una gestión de la imagen y el lenguaje minuciosamente estudiada para una aparente credibilidad y una buena acogida.

En su primer capítulo, el documental The Century of the Self aclara cómo nace el proceso de manipulación del Inconsciente para la aceptación por parte del individuo y de la sociedad de su propio sometimiento a ideales y formas de vida diseñados e implantados por el sistema, que tiene como objetivo acceder al dinero, que es poder. Freud advierte que el ser humano es poseedor de una faceta primaria, basada en los instintos, que de expresarse libremente puede ser impredecible. Esto pondría en peligro el control del sistema, siendo necesario vetar la libertad de desarrollo y expresión. El sobrino del psicoanalista, Edward Bernays, apuesta por esta concepción del Inconsciente para sembrar las bases de la publicidad masiva. Si se crea un espejismo de suficiencia y hasta felicidad en el individuo a través de satisfacciones inmediatas, las autoridades controlan, las industrias venden y los individuos creen vivir con acceso a la totalidad de sus posibilidades.

Esta grieta descubierta por Freud —y explotada por su sobrino— da paso a que el individuo esté convencido de vivir ilimitadamente sin ser consciente de que el sentido de su vida viene dado por límites implantados por el sistema y la sociedad, por tanto, esté tornando en un colectivo de clones.

Si la conciencia brindaba la posibilidad de auto-estudiarnos a través de nuestro reflejo, el neuromárketing nos vende la idea de que el reflejo prefabricado por el sistema es el nuestro y es, por tanto, en torno al cual debemos vivir. La manipulación a la que estamos sometidos ha convencido a nuestro “Yo” para sustituir el “Super Yo” propio por uno diseñado por otros. Y así, en vez de perseguir nuestros sueños y vivir según nuestros propios ideales, vamos en pos de un canon común, artificial y vacío.

Consecuencias tangibles e intangibles 

Esto no tiene pocas consecuencias. Una de ellas es el desequilibrio de la biología propia del ser humano. Rutinas asfixiantes, la necesidad de amoldarnos al ritmo de las máquinas, el deseo de un físico que no es natural o el consumo desenfrenado nos han llevado a vivir con naturalidad familiarizados con la frustración o con trastornos como la enfermedad de la prisa, el estrés, diversos desórdenes alimenticios, la depresión o la ansiedad. Estas enfermedades físicas y psicológicas están a la orden del día y son tan comunes como el resfriado, siéndolo también sus remedios (bombas químicas para un organismo que se ha visto en la necesidad de forzar la asimilación de las mismas): Ibuprofeno 600, Prozac, Valium, terapias de rehabilitación...

Además, el incremento del consumo de alcohol y drogas significa, según el psicoterapeuta Luis Miguel Rodrigo en La Enfermedad de la Prisa. Un trastorno de los Ideales5, la necesidad del individuo de abstraerse temporalmente de estas ataduras inhumanas a las que lo somete la dinámica actual, especialmente en el caso de los jóvenes. Éstos afirman que la sensación de conflictos y frustraciones se ve anulada durante los efectos de la sustancia que consuman. Asimismo, en el caso del alcohol, inhibe incomodidades como la vergüenza, sintiéndose capaces así de socializar sin miedo a ser rechazados.

¿Significa esto que para aliviar el desequilibrio que el reflejo carente de Humanidad que el sistema nos implanta, sentimos la necesidad de crear un segundo reflejo artificial a través de, por ejemplo, sustancias químicas? De nuevo mintiendo a nuestra naturaleza.

El sistema nos engaña haciéndonos creer que vivimos como hay que vivir y, cuando el instinto nos lo niega en forma de emociones y sentimientos negativos, lo acallamos engañándolo otra vez con sustancias químicas, igual que en el mundo feliz de Huxley6, cuyos habitantes han censurado su propia conciencia, todo rastro de Humanidad y se rigen según valores sistemáticos por y para la sostenibilidad del sistema; se reproducen químicamente en probetas de laboratorio y solventan toda carencia de sentido o de ganas de vivir con un químico adictivo llamado “soma”.

De cualquier forma, este hecho confirma nuevamente que vivimos bajo una dinámica errónea. Los avances y los cambios son inevitables y siempre brindan algo positivo. La tecnología es una herramienta que, bien aplicada, facilita y soluciona incontables situaciones; la publicidad es otra herramienta que, bien aplicada impulsa el éxito de empresas y la difusión de conocimientos, así como el lenguaje, la educación y otras tantas herramientas que de aplicarse correctamente, no son sino ayuda para el individuo y para la sociedad.

Un ejemplo claro de afectación a la identidad en relación a la civilización es la revolución tecnológica, la cual estalló hace décadas pero sigue abriendo camino cada día. Beatriz Matteo7, de la Facultad de Diseño y Comunicación de la Universidad de Palermo, subraya la importancia de prestar atención al problema que nace de descuidar la consciencia de los jóvenes nativos de la era tecnológica (actualmente, menores de 25 años). Resulta que “uno de los problemas más frecuentes detectados en el aula es la dificultad del alumno para expresar verbalmente una idea, para hacer una reflexión, o formular un pensamiento crítico sustentado en un argumento válido”. Matteo se pregunta si la asfixia de información que ofrecen los nuevos dispositivos e Internet está provocando un vacío de ideas, si el mass-mundo de la red obstruye el proceso de construcción del mundo individual y la inmediatez de información en ingentes cantidades hace que el cibernauta confunda identidad real con virtual. “Tanta información oficia como distractor y los jóvenes ya no tienen tiempo para pensar y generar ideas.”

La presencia tecnológica es tan real como que los menores de 25 años ya incluyen en su legado genético un mayor desarrollo de los dedos pulgares, que han pasado a ser los más hábiles de la mano como resultado de entrenarlos en el manejo de dispositivos electrónicos. Si existen cambios físicos, es obvio que ya debemos considerar que el nuevo lenguaje electrónico ha introducido cambios en nuestra forma de comunicación, de entender la vida y la sociedad.

La civilización, como Jung llama a la sociedad estructurada y en dinámica de avance, es necesaria y es imparable, y nuestra fase primaria parece que se niega a desprenderse de nosotros (menos mal).

Dice Levi-Strauss en El Pensamiento Salvaje, citado por Smithson al inicio de Viaje al Yucatán que “el rasgo característico del pensamiento salvaje es su intemporalidad”; este es un hecho que nos salva como especie, que custodia nuestra esencia aunque nuestra Conciencia se distraiga. El constante avance, cada vez más intenso y veloz, es algo que inevitablemente nos involucra. Sin embargo, siempre cabe reconocerse como individuo, como ser reflexivo, crítico y pensante.

José Luis Pardo insiste en lo necesario de recordar nuestras raíces y encontrar nuestro norte y no perderlo de vista. Los eventos se sucederán, las industrias impondrán la dinámica frenética y las autoridades los esquemas. Ésta es la Realidad que habitamos, pero para participar en ella con seguridad, sentido y equilibrio, no debemos perder de vista la Humanidad que nos define: identidad individual, empatía y pensamiento crítico. Sólo con piezas nutridas de sentido es posible la máquina del avance.

Copyright 2014, Clementina Alonso Hernández



[1]    SENNETT, R. (2006) La Cultura del Nuevo Capitalismo. Barcelona, Anagrama 2007 2ª edición.
[2]    PARDO, J.L. (2010) Ensayo Sobre la Falta de Lugares. En: PARDO, J.L. Nunca Fue tan Hermosa la Basura.  2ª  edición. Barcelona. Galaxia Gutemberg.
3    FORD. T. (2009) A Single Man  [película]:

 -Dice (Huxley) que la frase más absurda de la Biblia es “Me odiaron sin motivo”; ¿Quiere decir que los nazis  tenían razón al odiar a los judíos? ¿Es Huxley antisemita?
-No. Los nazis no deberían odiar así a los judíos, pero su odio no es algo sin causa, sólo que esa causa no era real...La causa era el miedo. Pensemos en otra minoría, una que pase inadvertida, si es necesario; hay toda clase de minorías: los rubios, la gente con pecas. Pero las minorías sólo se consideran tal cuando constituyen alguna clase de amenaza para la mayoría, ya sea real o imaginaria. Y en eso se halla miedo. Y...si esa minoría se hace invisible, el miedo es mucho mayor. Y el miedo es la causa de las persecuciones a las minorías. La causa es el miedo, las minorías son sólo personas, personas como nosotros.
El miedo está conquistando nuestro mundo; el miedo se está utilizando como herramienta de manipulación en nuestra sociedad.

4    DOIN, G. (2012) La Educación Prohibida [documental]
5    RODRIGO, L. M. (2010) La Enfermedad de la Prisa. Un Trastorno de los Ideales. Madrid, Psimática Editorial.
6    HUXLEY, A. (1969) Un Mundo Feliz.Barcelona, Debolsillo
7    MATTEO, B. (2011) El Lenguaje de Las Ideas. [en línea] Palermo: Facultad de Diseño y Comunicación. Universidad de Palermo. http://fido.palermo.edu/servicios_dyc/blog/images/trabajos/3999_12592.pdf

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