jueves, 10 de octubre de 2013

Kereres Verdaderos: ¡Al fin solos?

El matrimonio es una ciencia que nadie estudia.
Sofía Arnould

Pensamos que el matrimonio se sostendrá con el enamoramiento por siempre jamás, o por la gracia de Dios, aún sin saber:


1) en qué se basa nuestro enamoramiento;
2) que el enamoramiento propiamente dicho dura de 18 a 36 meses;
3) que es, básicamente, química desprendida por el cerebro para evitar la extinción de la especie; y
4) que puede armarse un buen lío porque en muchísimas ocasiones confundimos enamoramiento con amor.


Pero, y si no son lo mismo, ¿qué es el enamoramiento? Pues es algo muy simple; desde luego, un concepto mucho más simple que los de amor y matrimonio... (con matrimonio siempre me refiero a pareja más o menos estable, con papeles o sin ellos). 
Johnny y June Cash,  ¿en la cuerda floja?


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El enamoramiento es, ni más ni menos, un proceso bioquímico que se origina -de forma repentina, o casi- en el córtex cerebral y continúa su camino por el sistema endocrino, donde finalmente se convierte en respuestas fisiológicas nada fiables  y en ocasiones muy peligrosas (aunque de mucho valor para la propagación de la especie, a qué engañarnos).


Las respuestas fisiológicas no son fiables porque en este estado primario de enamoramiento no conocemos -o conocemos muy malamente- las cualidades y los aspectos de personalidad del otro pero nos convencemos de que hemos encontrado al hombre/la mujer de nuestra vida, nuestra alma gemela. O peor... nuestra media naranja. Nos esforzamos por ver en el contrario a alguien que desea -y tiene la capacidad cognitiva y emocional necesaria para- entendernos, retribuir el afecto y el cuidado que le ofrecemos, compartir nuestro día a día y comer perdices con nosotros por siempre jamás. Es tal el estado de alegría y embelesamiento que nos invade ante esta maravillosa perspectiva que  no es de extrañar que lo confundamos con el amor.


Esa atracción física y ese embelesamiento (los dos juntos = enamoramiento) son inconscientes y, desde luego, inexplicables a los ojos de quien los vive (y de las madres de ellos).  En realidad son únicamente una serie de señales sensoriales -principalmente olfativas y visuales- las responsables de esa necesidad imperiosa de acercarse a ese otro que, un segundo antes, era un extraño (y no te engañes: lo sigue siendo). ¡Peligro!


Y es peligroso, porque la Naturaleza nos dió esa capacidad de embelesamiento para, precisamente, mantener al humano sobre el planeta Tierra. Al margen de nuestras creencias religiosas, sociales, de interés personal u obediencia al clan, creo que para ella (la Naturaleza) sería suficiente con que folláramos alegremente, engendráramos hijos y los pariéramos, cuidando luego de mantenerlos vivos y saludables para que, pasado el tiempo necesario, ellos follaran alegremente, engendraran hijos y los parieran... y etc.

No creo en ningún caso que la Naturaleza se preocupe de que sigamos juntos para siempre jamás con nuestro primer compañero de cama (ya que siempre podríamos engendrar y parir hijos con otros/otras y fuera el peligro de extinción). Tampoco creo que Dios haya impuesto la tarifa amorosa única y deje sin acceso al paraíso a mormones, musulmanes y quién sabe cuántos creyentes distintos a nosotros más.

Pero nosotros nos empeñamos en creer -durante ese primer período, que luego se nos cae la venda a los que estábamos equivocados- que sí, que sí, que sí, que ese es el verdadero, el único amor, el creado exclusivamente para nos. Es muy posible que tanto Dios como la Naturaleza se alegren por nosotros si resulta que es como lo habíamos soñado, pero no creo que pierdan ni un minuto de paz si no es así al final. Con la mano en el corazón, creo que les importa un pito que sigamos con la misma persona hasta el final de los tiempos o cambiemos de pareja nunca o cada tanto. Sinceramente, si yo fuera la naturaleza o Dios, me importaría más que mis chicos estuviesen felices que casados.

Por lo tanto, es fundamental que el enamoramiento sea algo ciego para crear la situación ideal para la multiplicación de los humanos en este planeta. Además, eso le da romanticismo al asunto, que a los humanos nos importa mucho. Pero, como para algo desarrollamos conciencia y sentido (or something like that), no deberíamos empeñarnos en cerrar los ojos del todo. Es muy posible que saliéramos corriendo si viésemos todas las cualidades del objeto de nuestro embeleso de golpe y porrazo durante el primer minuto del encuentro, así que está bien que imaginemos algunas, pero siempre conscientes de que hay mucho por descubrir y que puede que no sea oro todo lo que reluce en ese momento.

En definitiva, el enamoramiento en su fase álgida no debería ser ciego sino tuerto. De esa forma nos serían revelados, poco a poco, misterios importantes que, al serlo, nos ahorrarían a la larga roturas de corazón y no pocos quebraderos de cabeza.

Y entonces, ¿qué hay del amor?

Bueno, eso es algo mucho más serio. Creo que el verdadero amor de pareja es un ejercicio de voluntad diario, como la felicidad, la fe, la educación de los hijos, la práctica de nuestra espiritualidad, la forja de nuestra vida profesional (sea ésta la que sea) y todas las otras cuestiones importantes de la vida. Como en todo lo demás, en el amor la suerte no existe; te la haces a base de razón, corazón y pasión. Y esas tres cosas tienen que estar muy equilibradas (no es mi caso, pero es lo que debería ser).

Por lo que he hablado con parejas excepcionales que tengo la suerte de conocer y en su día envidié, he sacado mis propias conclusiones basándome en las coincidencias de estas parejas de pro: el asunto pasa por varias condiciones imprescindibles para ser exitoso a la larga. Si estás lo suficientemente seguro de que esa persona es la que eliges para el resto de tu vida (y puedes cambiar de idea en cuanto te parezca oportuno), ten en cuenta estos aspectos:

  1. Si tú no estás contento contigo y con tu vida, nadie va a cambiar eso (bueno, puede convertirse en algo peor, pero nunca mejor). Es cierto que durante el enamoramiento ciego lo parece siempre; pero desengáñate, no es así. Nadie es responsable de tu felicidad ni tú eres responsable de la de nadie (por suerte). Si ya eres feliz, un buen matrimonio aumentará considerablemente esa felicidad tuya, es indudable; pero si no lo eres, ese mismo matrimonio puede convertir tu vida en un infierno.
  2. Recuerda que  no es obligatorio que te cases con tu primer novio (de hecho, casi nadie lo hace), ni con el segundo solo porque estén los primeros de la fila.
  3. Tú eres tú y el otro es el otro pero queréis estar juntos. No hay medias naranjas, todos somos naranjas enteras. Y lo de ser almas gemelas no pasa por abandonar tu vida para vivir la de tu cónyuge o cónyuja (¿?). Es divertido tener aficiones comunes, pero lo sano es que también haya aficiones no comunes; es satisfactorio y necesario pasar tiempo juntos, pero es sano pasar tiempo a solas y con otras personas (ya sabes, los partidos de fútbol de chicos y las noches de amigas; clases de cocina o de macramé; tiempo de ferreterías; irte de viaje con tu madre o con tus hermanas, etc.). Si no te invita a que le acompañes a Leroy Merlin es que quiere ir solo. Si no te invita a la cena del 40 cumple de Paula, es que quiere ir sola. No es nada personal, de veras.
  4. Cuando aparecen los defectillos pasado el enamoramiento, y si te queda la seguridad de que esa es la persona con la que quieres estar a pesar de sus legañas matutinas o de que no habla recién levantado/a, recuerda por qué te enamoraste de él/ella. Cuestión de actitud. Ahora es el momento de taparse los ojos con una venda siempre que los defectillos no pasen por faltas de respeto, maltrato psicológico o físico, ninguneo, etc. Si es así, desde luego no es el amor de tu vida, ni mucho menos (y si lo es, tienes un problema serio).
  5. Lo que te quita la paz no es de Dios. Aunque tu pareja sea también hijo de Dios (que no dudamos de que es así), si te quita de forma consistente la paz el hecho de convivir con ese otro hijo de Dios, lo que no es de Dios es esa relación. Vamos, que no tienes obligación de sufrir a menos que te la impongas tú mismo.
  6. Un proyecto de vida en común y la paciencia y sabiduría necesarias (que las tenemos, aunque no las ejerzamos siempre) para llevarlo a cabo más o menos de acuerdo. Comunicación, negociación y relativización son tres ingredientes básicos para tener éxito en esta empresa (y si no, ya me lo contarás cuando vengan los hijos o ante un revés económico desestabilizante).
  7. Empéñate en crecer y deja que el otro crezca. A lo largo de los años, si seguís juntos, surgirán nuevos intereses en la vida de ambos que puede requerir de parte de ambos buena voluntad y mucha paciencia. Cambios de profesión, de religión o de país de uno o de ambos cónyuges son grandes cambios de vida que pueden generar estrés o ser motivos de alegría y aventura. Depende de la actitud. Sé flexible con el otro y exige que el otro también lo sea contigo; siempre existe una salida beneficiosa para ambos. No hay nada peor que la sensación de arrastrar dos vidas en esos tiempos en que bastante tienes con arrastrar una (la tuya)...
  8. Echadle sentido del humor. Siempre es posible y le quita mucho hierro a todos los asuntos "graves" de la vida.
  9. Tiempo a solas, citas románticas. No importa el tiempo que llevéis juntos, no dejéis que la familia haga desaparecer la pareja. Dejad los niños con amigos o canguros y salid a cenar, a bailar o al cine solos. Haced el tonto juntos y a solas de vez en cuando. 
Y no pongo más puntos porque doy por sentado la lealtad hacia el contrario (poneos de acuerdo en lo que significa eso para ambos :-D), el respeto mutuo, la voluntad de divertiros, el amor incondicional a los hijos, eliminar cualquier lucha de poder en la pareja, y cientos de cosas más que seguro que son importantes pero como hace mucho que no estoy casada se me han olvidado. Pero te digo desde ya que a mí esos amores locos de pasiones y odios, ni contigo ni sin ti, no me van nada. Los amores bipolares me parecen peligrosos y poco sensatos, aunque en el cine parecen muy entretenidos, eso sí es verdad...
 
Claro que la lista de lo que tienen que tener los que se quieran casar con mis hijas es larga como de aquí a Lima, y no se me olvida ni un punto de eso. Pero la carne de tu carne y la sangre de tu sangre es una cosa, y un cónyuge, por mucho que sea el tuyo, es otra... Aunque todo es compatible, y ahí están esas parejas excepcionales para demostrárnoslo. Mis felicitaciones a ellas por su voluntad, humor, pasión y ¿por qué no?, algún que otro sacrificio.









  



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