lunes, 30 de septiembre de 2013

Hombres III: Pero nunca te olvidaré...

Pueden pasar tres mil años; puedes besar otros labios...
Pero nunca te olvidaré.

Nació en Londres en 1947, esstudió en Londres, Francia y Suiza, como corresponde a cualquier joven lady inglesa.

Tiene, y practica, grandes pasiones típicamente inglesas: la vida del campo, la caza, la pesca (¿del salmón?), la horticultura y la jardinería, el polo, los perros y dar largos paseos bajo la lluvia.

No es una gran belleza, ni mucho menos; y aún así ha protagonizado una de las más improbables historias de amor de la historia contemporánea. Ha sido, por ello, protagonista también de incontables páginas -incluyendo portadas- de la prensa del corazón británica (bueno, y del mundo entero).

A causa de esta gran pasión amorosa (a la que los periodistas no se han privado de echarle sal y pimientas de todos los colores) ha pasado por bruja, puta, adúltera y amante real.

Después de las declaraciones que, en 1995, hizo públicas en televisión una llorosa aunque digna Diana de Gales (R.I.P.), a la entonces Camilla Parker-Bowles le arrojaron bollos en un supermercado y tuvieron que ponerle escolta de seguridad a causa de las amenazas que recibía de los fans de la princesa del pueblo.

La gente la odiaba, la criticaba, su hoy suegra no quería ni oír hablar de ella y la culpaba de todos los males que aquejaban al convencional y estrictísimo trono británico. Pero, pero, pero... ¿es que no había sido suficiente con lo que habían padecido ya, durante tanto tiempo, con la traviesa princesa Margarita?

Cuando más calentitas estaban las cosas, y por si faltaba la guinda del pastel, Diana -ya divorciada del príncipe heredero- tuvo su última actuación estelar muriendo de forma glamurosa: volviendo de una cena (¿o yendo hacia una?), morena y en París, del brazo del multimillonario árabe, Dodi Al-Fayed (al  parecer ya su prometido oficial), heredero del emblemático Harrod´s londinense.

Después de un día de sol y risas, los amantes mixtos, ex futuro matrimonio globalizador, se mataron a 200 kilómetros por hora en un flamante Mercedes de la flota Al-Fayed bajo un puente parisino. 

La amada de Teresa de Calculta, aquella estrella a la que Elton john escribió su canción más sentida, la princesa del pueblo idolatrada en el mundo entero, dulce, tierna y rubia, cálida y muy joven, remató su venganza muriendo en un aparatoso accidente que, aún hoy, nadie se atreve a jurar que está claro.

Ese modelo de mujer dejaba dos hijos muy pequeños, un futuro suegro indignado, un hermano conde que se dió a conocer en esos momentos decidiendo, de forma tajante e inapelable, enterrar a la que fué durante unos años futura reina de Inglaterra, en el panteón familiar. También dejó un trono tambaleante a sus espaldas y consiguió, por primera y única vez en la historia, que Isabel II reconociera públicamente que había sido un año horrible para ella.

También dejaba atrás varias preguntas del millón sin responder: ¿Por qué ella? (y no Carlos o Camila). ¿Por qué ahora? (y no después de haber disfrutado de una merecida felicidad conyugal con su Dodi?). 

La venganza, supongo, fué del destino. Supongo que Diana no lo hizo aposta. Aunque dicen que una mujer despechada es capaz de cualquier cosa por venganza -y me lo creo- me cuesta creer que un especímen de mi género llegue a ser tan tonto. Ni por amor ni por desamor.

El caso es que ese día, casi el de Santa Rosa de Lima, de agosto de 1997 murió santa Diana y nació (o renació) Demon Camilla. De forma irreversible.... aunque no tanto, al parecer.

*    *    *

¿Qué tiene Camilla que de diablo ha pasado, en menos de quince años, a ser querida, popular y aceptada como miembro de pleno derecho de la familia real británica? ¿Qué tiene que le ha hecho pasar de amante principesca a esposa legal del heredero al trono? ¿Qué tiene que ha conseguido que el pueblo la vitoree en lugar de tirarle donuts a la cabeza cuando la ve?

Los que la conocen bien destacan siempre, y en primer lugar, su sentido del humor que al decir de algunos es sublime (literal, según aparece en el número cinco de la revista Vanity Fair). También destacan su cercanía, encanto personal, campechanería sin perder la dignidad ni el porte, y su interés por cualquiera con el que esté hablando en ese momento ("es como si solo tú existieras en el mundo para ella", dice un rendido y anciano admirador, compañero de armas de su padre).

En 1995 Camilla y Andrew Parker Bowles se divorciaron, al parecer por la presión mediática que las declaraciones de Diana en la tele acerca de "este asunto" provocaron en el matrimonio, amén de la publicación por The Sun de conversaciones teléfonicas íntimas de los amantes.

¿Qué tiene Camilla que no tenía la bella y dulce Diana, y que hizo que Carlos perseverara en su amor incondicional por ella durante 33 años, hasta que el 9 de abril de 2005 la hiciera, finalmente, su esposa (legal)?

Y sobre todo, ¿qué tiene Carlos (por diossss) para que Camila, 33 años después de su primer encuentro, dijera sí quiero?

¡Qué gran amor verdadero! :)  Vivieron 33 años separados haciendo cada uno su vida, y entre los dos sumaron dos bodas y cuatro hijos con otro, dos divorcios de otros, cotilleos, habladurías, amenazas reales de desherede, la muerte estrepitosa y mediática de uno de ellos cuatro, la adoración del mundo entero de la "mayor y más activa enemiga" de esa gran pasión...

Nada de lo que hizo Diana con intención de conquistar a su  marido, ¡y mira que hizo cosas!, consiguió que su príncipe azul desviara sus ojos de corderito de la campestre Camilla...

¿Cuántos tenemos la ocasión de (o la pasión suficiente para) vivir un amor de esas dimensiones? ¿O es que esas dimensiones se las hemos dado los espectadores de su historia? ¿Ejercemos más pasión y romanticismo en los amores ajenos que en los nuestros propios? ¿Tenemos menos interés y perseverancia en nuestra vida amorosa de la que tienen Camilla y Carlos en la suya? ¿Es por pereza, o porque no han sabido conquistarnos como lo supo hacer con Camilla el príncipe? Evidentemente, aunque por motivos que todavía nos esforzamos las mujeres por entender, Carlos de Inglaterra tiene el tono de azul adecuado que requería -y sigue requiriendo- su princesa.

Pero, ¿qué es ese ingrediente que hace durar y durar un amor a través de los años? ¿Qué es lo que hace que no te olvides de alguien, o de que alguien no pueda olvidarte jamás?

Por frívolo que parezca, he llegado a la conclusión de que ese ingrediente es el sentido del humor. Lo que todos destacan de Camilla es eso, precisamente (y nadie habló jamás del sentido del humor de Diana). Carlos, aunque no lo parezca por su timidez, debe de tenerlo también porque una mujer con esa cualidad no encaja con un señor que no lo tenga o que, al menos, no sepa apreciarlo. Y para apreciar el sentido del humor, también hay que tenerlo, ya lo sabemos. Y algo más tendrá el chico cuando Camilla dijo en una reunión de amigos que amar a Carlos "era más fácil que caerse de una silla".

Total, que al final los kereres también tratan de eso: la actitud (por ambas partes, claro). La actitud es la vida misma. Saber ver las cosas (y mira que han sido gordas las que les han pasado a estos dos) desde un punto de vista.... distinto. Saber reírse de lo que supuestamente te tiene el destino preparado y darle esquinazo para hacerlo a tu manera. No dejar que un patinazo, por grande y trágico que sea en apariencia, se convierta en una tragedia real que cambie tu vida a peor. 

Caerse es muy fácil, y todos sabemos hacerlo con más o menos cuidado de que no se nos vean las bragas. Pero lo que hay que saber hacer, lo importante de verdad, es levantarse (cada vez que sea necesario). Como se pueda, no importa la forma ni la elegancia de la postura. Y perseverar. Aunque sea necesario esperar tres mil años :) 

Claro que el sentido del humor no es el único ingrediente necesario para una relación de amor novelesco... 


1 comentario:

  1. Por cierto, que a partir de hoy, Enrique Iglesias cantando esta canción pasa directamente al puesto 3 de mi montaña de amor. :-D

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