miércoles, 3 de julio de 2013

Lujuria bíblica II: Tus pechos cántaros de miel


Pero el rey Salomón amó, además de a la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras;
a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas.
A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. 
Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas...
(1 Reyes, 11:1-3) 


Bien es cierto que, a excepción de a su primera esposa, Abisag, y a Bilkis, reina de Saba, parece que Salomón a sus otras mujeres las encandiló con propósitos no amorosos. Cada vez que se casaba con una o se la quedaba de concubina, se anexionaba un paraje protegido por dioses distintos a Yahvé; a Salomón le daba igual desierto que latifundio que oasis,  que católicas que protestantes: no tenía prejuicios. Al final, la finca de Salomón tenía un montón de hectáreas: a desde el Nilo, en Egipto, hasta Mesopotamia, que fué lo que heredó de David, se le unen las mil parcelas (una por casorio) que va conquistando el rey sabio a lo largo de sus bodas y francos concubinatos. Más que un Imperio, de todos modos, aquello era un emporio, pues los reyes que le rendían tributo seguían siendo reyes de sus propias tierras y no le cedían su título de tales. O sea, que para nada tenía tantos títulos como Cayetana de Alba; ni lo sueñe Salomón.

A pesar de que Yahvé lo hizo prosperar y todo lo que tocaba florecía (construcciones, reinos anexados, comercios varios y puestos aduaneros millonarios, etc), Salomón sufría de inquietud, animalico. No sabía qué quería ni qué le faltaba, pero no se sentía completo. Así que habló con Dios y le pidió un deseo: un corazón sabio para saber juzgar a los hombres de forma justa. Dios se sintió muy orgulloso de la petición de Salomón, hijo de su favorito David, y se lo concedió. Y ya todos conocemos la leyenda más morbosa de su sabiduría: tuvo la genial idea de partir por la mitad al niño por el que peleaban dos putas y bla, bla, bla... A mí que me digan que eso es sabiduría. Los cocientes de inteligencia y justicia de los líderes no sé si han subido o han bajado con el paso del tiempo, pero no pueden ser más diferentes dependiendo de la época (¿por fortuna?).

*     *     *

A la muerte de David, Abisag subió de categoría, pues pasó de última concubina del Amado por Dios (David) a primera esposa de Salomón (estas uniones encadenadas eran requisito principalísimo para que se reconociera al hijo como sucesor del rey muerto). Pero murió al dar a luz a su primera y única hija (que para nada significaba que sería la cuarta reina de Israel con mandato, eso no existe). Salomón se quedó muy tristísimo y se dedicó a engrandecer el nombre de Dios. Le construyó un templo que te pasas; vamos que tardaron tres años en poner los cimientos, imagina, vecina el tamaño. Luego, hasta que estuvo rematado el ultimísimo detalle, pasaron otros ocho años; en total once. Terminado el templo, otros once meses solo para preparar el lugar santo, trasladar el Arca de la Alianza y todos sus utensilios desde la bendita Sión y, finalmente, encajarla allí. Que digo yo que mucha sabiduría mucha sabiduría, y se calcula fatal lo que puede tardar un Arca de la Alianza en cruzar el patio.... Quizás el 11 es otro número importante en la tradición divina como el 7, que es el mío, pero creo que no es el del cáculo mental precisamente...

El templo estaba construído en madera de acacia negra pues, a pesar de estar en la edad de los metales y tener acceso directo al Altísimo, aún no les había sido revelada la ecuación fuego + madera = superincendio (y luego pasó lo que pasó). El templo contenía en su interior, además de patios y columnas y fuentes la llamada "casa de adentro", o lugar santísimo, donde Yahvé habitaría con los ojos abiertos día y noche. Suelos, paredes y techos interiores cubiertos de la madera de cedros del Líbano (sigue la ecuación incendiaria). La casa de adentro fué recubierta entera de oro, así como se hicieron también del noble metal toda la vajilla y utensilios necesarios para el culto, incluído el cáliz que luego sería famoso por su nick: Santo Grial. Además, también fabricó en oro el altar, la tabla y los querubines que custodiaban el arca, la mesa de despacho, cinco columnas a la izquierda y cinco a la derecha del tabernáculo, el quicio de la puerta que daba acceso a la Tesorería de Yahvé (lo dice la Biblia, tenía tesorería) donde se guardaban más cuencos y cucharillas; cántaros, despabiladeras, tazas e incensarios, también de oro purísimo, así como los quiciales de las puertas del templo. Vamos, que cualquier novia hubiera envidiado semejante ajuar, y cualquier gitano los oros divinos. Pa cadenas, las de Dios. (Sinceramente, no me extraña que Dios no se animase a reverlárseles físicamente, porque vaya batiburrillo de oros le hubieran colgado de cuello y muñecas, por no hablar de la corona que le hubieran cascado tipo tarta nupcial pero de oro. Si yo hubiera sido Dios tampoco me hubiera revelado a los humanos en aquel momento: me hubiera quedado acojonada en  un rincón el cielo para que ni me vieran. ¿Pa qué querré yo tanta vajilla de oro si no tengo boca pa comer?, me hubiera preguntado sorprendida. Y no quiero pensar en la mesa de despacho).

Pero el rey Salomón era muy feliz, y toda la congregación de Israel que se había reunido con él estaba con él delante del arca, sacrificando ovejas y bueyes, que por la multitud no se podían contar ni numerar. Total, que recién estrenado el templo, en una orgía de matadores y matados pusieron todo aquello perdido de sangre en solo una tarde (que no tardaron más, eh, que luego era sabath [viernes] y no se podían ni mover).

Bueno, vamos a lo nuestro, que es la felicidad que procura la lujuria festiva al rey sabio... antes de las consecuencias. En la persona de Salomón se supera con creces todo lo conocido antes o después de su reinado a este respecto.

Bilkis-Makeda, reina de Saba

6:4 ¡Eres bella, amiga mía, como Tirsá,
hermosa como Jerusalén!
6:5 Aparta de mí tus ojos,
porque me fascinan.
Tus cabellos son un rebaño de cabras
que bajan por las laderas de Galaad.
6:6 Tus dientes, como un rebaño de ovejas
que acaban de bañarse:
todas ellas han tenido mellizos
y no hay ninguna estéril. 

(Cantar de los Cantares, cap. 6, Canto V)


Hombre, no se puede decir que Salomón piropeara con gracia y, desde luego, sus palabras en momentos íntimos no parecen -desde mi humilde punto de vista- las más acertadas... A menos que por aquel entonces las cabras corriendo monte Galaad abajo fuera el no va más del erotismo de la época, cosa que no podemos juzgar por razones evidentes de lejanía en el tiempo y el espacio. 


Yo no sabría cómo tomarme que un hombre atractivo y viril me dijera -aun enajenados ambos de amor y pasión- que mis cabellos son un rebaño de cabras fértiles que bajan por las laderas de Galaad con (¿cabritos?) mellizos a cuestas. O comparara mis dientes con ovejas, recién bañadas eso sí. Pero desde luego esa noche no me lleva a la cama. De pocas cosas estoy segura en esta vida y mucho menos en las otras, pero esa es una de ellas.


Hay maneras muy peculiares de seducir y gustos para todo, pero el Cantar de los Cantares es de lo menos porno que yo he leído en mi vida. Y eso que literariamente es bellísimo, léelo que vale la pena (son solo ocho capítulos con cinco o seis cantos cada uno, veinte minutos en total). Pero, chico, como canto amoroso me pone cero.


Posiblemente a Abisag (última concubina de David y primera esposa de Salomón,  todo está conectado) y a todas sus otras mujeres ese tipo de piropos les encendía el cuerpo y el alma con el fuego abrasador de la lujuria, porque lo que es un hecho irrebatible es que Salomón se las llevaba al huerto a todas. Aunque dicen que, muerta Abisag, nunca volvió a amar de verdad hasta que vió entrar por las puertas de Sión a la Reina de Saba en todo su esplendor. Creo que se quedó loquísimo con ella.

El porte imperial de Bilkis y su mirada altiva se mantuvieron inalterables mientras depositaba con gracia natural toneladas de oro, especias, esencias y piedras preciosas a los pies del rey sabio, y eso lo conmovió profundamente, pues más parecía estar recibiendo un regalo que entregándolo, tal era su donosura.

Claro que también se quedó muy sorprendido porque... ¡oh, sorpresa! Bilkis era de piel oscura y se parecía cero a Gina Lollobrigida (para saber el tono exacto de su piel sólo recordar que, según la tradición abisinia, Haile Selassie -que en paz descanse- era su 2.250 descendiente directo). Por cierto, Makeda era su nombre abisinio y Saba  estaba entre Abisinia (hoy Etiopía) y Yemen (donde la pesca del salmón), que es que nunca sabemos dónde situarla. Ambos países declaran muy seriamente y con tono de advertencia que Bilkis-Makeda nació y fué enterrada en ellos. ¿Is dat pósibol?


Ya hemos visto que la lujuria salomónica era un poco campera, con cabras mellizas y ovejas recién bañadas, todas ellas fértiles.

¿Qué pensaría Bilkis, la esplendorosa reina de Saba, cuando Salomón le hiciera proposiciones? Se quedaría de queso. Con todo su almizcle dulce, su piel canela brillante de aceites de cedro y acacia perfumada de cardamomo y gengibre, sus pies oliendo a nardo y oro en polvo regado por sus cabellos trenzados de esmeraldas, que para nada parecían cabras retozonas, ¿qué pensaría de los piropos acerca de su parecido con la bella Tirsá (sea eso lo que sea) y la hermosa Jerusalén? Pues en la Biblia no hay constancia (o mi paciencia buscando la noche de bodas no ha llegado a término), pero en la maravillosa novela ¿histórica? de India Edghill, Wisdom's Daughter: Solomon and Sheba, queda muy claro que tardaron meses en yacer juntos. Imagino que todo es acostumbrarse...

Supongo que, durante los meses que no se animaron a yacer juntos, se entretuvieron con lo que cuenta la Biblia sobre el acoso intelectual al que Salomón fué sometido por la bella de piel canela y dientes de perlas (pero ¿de dónde me he sacado yo lo de los cántaros de miel que no aparecen por ningún lado en el Cantar de los Cantares?). Inteligentísima también ella, quiso poner a prueba la famosa sabiduría de Salomón. Los profetas habían predicho que un día su igual (en chica) vendría a él y se unirían en matrimonio sagrado. Y así fué: él vio la inteligencia y la belleza de ella y supo que había encontrado a su alma gemela. Ella vió la grandeza y el esplendor de él, y supo lo mismo lo mismo. Profecía cumplida.

Total, que la cosa estaba hecha en los cielos pero tardaron taaaaaanto en llevarla a cabo en la tierra.... Eso sí, que cuando por fin "se conocieron" debió de valer la pena la espera porque "...y se unieron en carne permanecieron en la cámara nupcial durante el ciclo completo de una luna, en un lugar de verdad y conciencia, y no permitieron que nada se interpusiera en su unión, y durante ese tiempo les fueron desvelados los secretos del universo: juntos descubrieron los misterios que Dios compartía con el mundo. Y quien tenga oidos que oiga...". 

Y se quedó embarazada, que tiempo dió, digo yo, del hijo de ambos, el morenillo Manelik, que nunca fué rey de Israel.

Me quedo perpleja con Salomón porque, teniendo en jaque a mil chicas alborotadas y celosas, tener fuerzas también para pasar un mes sin salir de la cámara nupcial, uniéndose en carne  a Bilkis y desvelando misterios divinos de profundidad cósmica, te obliga a mirar a cualquier hombre por encima del hombro, y eso es un problema a la larga... O la Biblia cuenta trolas o de verdad que Dios estaba de parte de Salomón alentándolo y dándole ánimos (tú puedes, tú puedes). En fin, que a partir de ahora pienso proclamar la lujuria salomónica con tanta admiración como su sabiduría. Vamos, que se lo merece el chico.

Finalmente, Bilkis-Makeda cayó en la cuenta de que su reino, que había dejado hacía ya muchas lunas, estaría falto de orden y juicio. Así que, cogiendo al hijo moreno del amor y a todo su séquito y equipaje, se volvió a sus tierras y recuperó las riendas de su vida. En cambio, Salomón perdió las riendas de la suya...

Loco de nostalgia, incapaz de emitir un juicio sabio (seguramente la historia del niño cortado por la mitad será de esta época), empezó a desoír los mandatos de Yahvé y construyó templos para los dioses de sus numerosas mujeres, que querían sus propias divinidades en casa. Y Dios le avisó de que su reino sería repartido y él sería el último rey de Israel, al que no lo liquidaba allí mismo y lo dejaba en la calle porque era hijo de su amado David. Oye, y cumplió todo lo que había prometido: con el tiempo, de latifundio aquello se convirtió en muchas parcelillas de nada, y solo de una fué rey su hijo Jeroboam: la de Judá. Volvemos al principio, todo es alfa y omega. ¡Hala, otra vez todas las tribus desperdigadas!.

Personalmente, aquí me parece que Dios fué poco comprensivo y muy impaciente retirándole el favor de forma tan drástica al hijo de su Amado. ¿Quién no diría a todo que sí a mil mujeres furiosas y pidonas que se desataron de alivio a la marcha de la bella Sheba? Mil mujeres que solo pedían templos para sus propios dioses, al fin y al cabo. ¿Yahvé era celoso por aquel entonces?

Como su padre, Salomón vertió su pena y arrepentimiento en la escitura. No solo escribió los dos libros de Reyes y el Cantar de los Cantares, sino también el Eclesiastés, libro dedicado exclusivamente a advertir y aconsejar al pueblo en contra de seguir sus pasos en pos de la avaricia, los deseos de abarcar reinos infinitos y cobrar impuestos imposibles con el supuesto fin de engrandecer el reino de Yahvé; que no era cierto, porque el que luego disfrutaba de tanto oro, palacios y lujos no era precisamente Yahvé. Pero sus libros no debieron de gustarle al Altísimo tanto como los de su David, porque cumplió todas y cada una de sus amenazas y con Salomón se terminó el emporio que, con tanto trabajo, principió el guerrero Saúl. En total, Salomón reinó cuarenta años (estamos en el siglo X a.C.), pero los últimos, sin Dios y sin Bilkis, no fueron los mejores de su vida... (pero el mes que se tiró en la cámara nupcial no se lo quita nadie, eh?).

De aquella época de grandeza terrenal nos queda hoy, 3.000 años después, el Muro de las Lamentaciones; su nombre lo dice todo.

Pero sobre todo nos queda la idea -y eso es lo preocupante- de que, con un Padre celestial así, ¿quién necesita otro terrenal? (¿o una suegra?)

Llegué hace tiempo a la conclusión de que lo de renovarse o morir es más urgente de lo que parece...









1 comentario:

  1. Dejá de hablar mierda pedazo de infeliz, hasta cacorro serás. Bobo, salomon no partio al niño, pendejo, salomon representa al sexo divino, hecho con amor y trascendencia... Si juzga usted tanto, hágalo bien pedazo de cacorrom

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