miércoles, 26 de junio de 2013

Lujuria Bíblica I: Verdes pastos me alimentarán...

El Señor es mi pastor; nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará yacer...
(Salmo 23, by King David)

Yo estaba escandalizada con el mujerío que trasiegan los gobernantes reales de todas las épocas hasta que me puse a investigar sobre la lujuria en la Biblia. Los reyes de Judá en el siglo X a.C. ganan por goleada clara y rotunda (no te pierdas, estamos en la Edad de los Metales, concretamente la del Hierro).

De Saúl, primer rey de Judá, no se sabe mucho en ese sentido; el hombre salió rey sin comerlo ni beberlo por decisión del profeta Samuel, al que Dios habló directamente al respecto -se parece mucho al método de elección de Papa católico actual (¿se inició la tradición con Saúl?). 

La verdad es que por aquella época todo estaba muy desordenado y las distintas tribus tenían relaciones entre sí solo para matarse. No había reyes ni nada parecido. Algo había que hacer, aquello no podía seguir así. Y Dios, después de echar una ojeada por la zona y ver el panorama, pensó que Saúl era bueno para el cargo: parecía fuerte y determinado, era varonil y físicamente poderoso, y tenía su casa bien organizada. Ummmm... Podría ser un buen rey de Judá. El hecho de que años después perdería completamente la cabeza no pareció importarle a Dios. Ya debía de tener pensado como heredero al guapísimo David, otro pastor, cuya hazaña más meritoria -por demás extraordinaria- hasta entonces había sido cargarse de una pedrada en un ojo a Goliath, el gigante del pueblo (que ya era tuerto).

Así, pues, Samuel señaló con el dedo a Saúl, el mejor pastor de la época y de la zona que, por suerte, era también el mejor guerrero de entre todos los que componían las turbas desorganizadas de las tierras prometidas, en las que el único rey era el desbarajuste perturbado, barullo total de ciudadanos confusos y violentos.

Durante el reinado de Saúl las cosas parecieron ordenarse un poco y le daba tiempo incluso a pensar y organizar las guerras de forma algo más profesional, pero no hay constancia de que dedicara tiempo a la caza de  mujeres ajenas. Ganó un montón de batallas y conquistó pueblos que anexionó y sometió a Judá. 

A David, cuando el muchachillo ganó a Golitath a la onda, lo nombró su paje personal. Por entonces, el profeta Natán había sustituido a Samuel por muerte natural y, de inmediato, se sintió inspirado por Dios. Señaló a David como el sucesor indiscutible de Saúl. Este no estuvo muy de acuerdo: una cosa era nombrarlo paje real y otra muy distinta convertirlo en su heredero universal en detrimento de sus propios hijos (pero éstos, que querían mucho a David y se llevaban fenomenal con él, no pusieron ninguna pega al cambiazo, ¿milagrito de Dios o leyenda?).

Peeeeeero, cuando Saúl ya se volvió loco, David se casó con su hija Mikal porque se amaban tierna y apasionadamente y tenían la bendición del Eterno por medio de Natán.  Padre no entendió nunca ese idilio lujurioso a la par que sincero, y tuvieron que matar a Saúl para poder casarse por la iglesia. Ya eran marido y mujer cuando ascendieron al trono de Judá, aunque llevaban poco tiempo casados. Los caminos de Dios siempre fueron inexcrutables, pero en aquella época parecía que le hubiera encargado el trazado de los mismos a un ingeniero inestable e hiperactivo.


Mikal se las prometía muy felices con su David y se lavaba y se perfumaba para él a diario, malgastaba agua y aceites para cuerpo y pelo y esperaba, como Penélope, pacientemente a que llegara su atractivo y sudoroso marido de la batalla del mes (ojo, que tenía su mérito tanto acicalamiento: vivían en tierra desértica, no había agua corriente ni modistas, ella no tenía móvil -por lo que nunca sabía con exactitud cuándo llegaría su chico del campo de batalla... Vamos, que la tontería de prepararse tanto a diario era toda una hazaña, que conste).

Mientras tanto, David seguía muy ocupado, profesionalmente hablando, venga de anexionarse tierras y súbditos para la tierra de Judá. En una de ésas, ya acostumbrado al éxito y apoyado por Yahvé y su propia vocación de internacionalidad, se vino arriba y conquistó Israel. Por referéndum popular fue nombrado rey de las doce tribus. Ya no solo reinaba sobre la tribu y la tierra de Judá, sino también sobre las de Rubén, Simeón; Leví, Dan, Neftalí, Gat, Aser, Isacar, Zabulón, José (¡pobre!) y Benjamín (como podéis ver, la lujuria bíblica viene ya de Jacob, que se lo pasaba chupi con sus mujeres Lea y Raquel... y con las esclavas de ambas).

La primera decisión de David como Rey de Reyes fué centralizar el poder para manejarse mejor con los asuntos de estado, y para ello nada como cambiar la ubicación de la capital de Hebrón a Jerusalén, que es lo que al parecer hacen todos los reyes en cuanto tienen unas tierras de más. Oficialmente, ya tenía el favor del público y de Yahvé.

Mikal estaba muy contenta y orgullosa de su David, pero no se le ocurrió pensar en que la determinación del super-Rey cuando se le metía algo entre ceja y ceja no se limitaría a anexionarse reinos ajenos. Y mira tú por dónde se le metió entre ceja y ceja (y entre las piernas) Betsabé, que llorosa y acongojada por su adulterio, se daba golpes de pecho entre coito y coito. Pero ¿qué podía haber hecho ella para evitar que el rey se enamorara cuando la vio desde la ventana bañarse y aceitarse (eran vecinos)? ¡Si no existían las cortinas, cómo cubrir las ventanas de la casa? Y de todos modos, ¿quién puede decirle no al rey? Si la cosa no hubiera pasado de ahí, por una noche no hubiera habido lío y hoy la Biblia contaría otra cosa. Pero David se enamoró (o lo que sea) de verdad y se dispuso a conquistarla. 

Betsabé era, para más inri, la esposa de uno de sus más fieles generales, así que la cosa se estaba liando mucho. No había divorcio, David no se sentía con ánimo de pelear con Natán y con Dios para repudiar a la queridísima Mikal, buena reina donde las haya y popular como ella sola. No quería otra concubina (ya tenía muchas y no cabían más en el harén); quería hacer de Betsabé una mujer honesta y darle su apellido... Así que, ¿qué haséh? 

Uuummmm... No problem; a grandes males, grandes remedios. Una buena planificación lo es todo. Nos, Rey de Reyes, mandamos a la guerra a Urías y les decimos a los amonitas que tienen que cargárselo sí o sí, y como Natán y Dios son tontos ambos, no se enteran seguro. Los amonitas, muy obedientes ya con el rey de doble corona, se cargan a Urías en el campo de batalla. Y menos mal porque, después de año y medio en la guerra, si vuelve y se encuentra a Betsabé embarazada de ocho meses, hubiera sido todo muy desagradable. Mejor muerto que deshonrado, dónde va a parar. Encima, le hicieron un favor matándolo.

Pero Natán, como profeta y vidente, supo enseguida quién había matado a quién e, indignado, increpó a David con palabras durísimas: 

"¿Por qué, oh David, Rey de Reyes que gobiernas, en nombre del Eterno y por su gracia, las tierras de Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gat, Aser, Isacar, Zabulón, José (¡pobre!) y Benjamín,  por qué menospreciaste a Yahvé haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por mujer tuya (...)?", le dijo muy alterado.

David que ya pecaba capitalmente de soberbia y tenía poca paciencia para las tonterías, se enfadó muchísimo con Natán y lo sustituyó. ¿Qué se había creído éste? Cállate tú con esas barbas, profeta. ¡Hala, ya no eres el profeta elegido, diga Elohim lo que diga!. David nombró a Gad como profeta novedoso (aunque luego resultó que tenía más morbo y peor uva que Natán, pero esa ya es otra historia) y condenó al ostracismo al que le cantaba las cuarenta de forma tan desafortunada y atrevida. El viejo profeta murió, años después, ciego y recriminando aún a David por sus múltiples pecados y a Dios por haberlo abandonado (cosa que, con el correr de los siglos, se convertiría en costumbre entre los humanos). Pero pelillos a la mar, David le escribió 150 salmos a Yahvé y se hizo perdonar con la gracia y simpatía que le caracterizaban. Que de todos es sabida la debilidad que el Altísimo sentía por su David.

Mikal, que era muy lista -pero muy lista-y controlaba sus emociones perfectamente (punto 1 de las técnicas universales de felicidad), se hizo la sueca en cuanto al adulterio de David y aquí no ha pasado nada monada. Es más, se hizo mejor amiga de Betsabé y juntas criaron al futuro Salomón (segundo hijo del adulterio real; el primero había palmado al nacer, castigo de Dios). Ninguna de las dos se volvió a acostar con el rey. Castigado. Las dos vivieron el resto de sus días dedicadas al pequeño Sabio y Justo y le enseñaron a ser feliz. El Salomón hacía lo que le daba la gana por los jardines y corredores del palacio real, guiado con todo cariño por Mikal y la tonta de su madre biológica (que al final se demostró que no era tan tonta la Betsabé, eh?), que vivían como reinas rodeadas de lujos infinitos y haciendo planes de  brillantísimo futuro para esa joya de niño, que llamaba a ambas mamá.

Ellas, que ya tenían lo que querían, perdieron el apetito sexual y para la lujuria le buscaban a David hermosas jóvenes dispuestas a cualquier cosa por una caricia o un favor de ese hermoso rey que bailaba desnudo por las calles cubiertas de flores (que es que no se me va de la memoria Richard Gere en esa escena de la peli King David, eh?), o le decían: "Anda, cariño, majestad, date una vuelta por el harén, que no has visto las novedades". Y se pasaba por el harén a ver qué había de nuevo. Y cuando se aburría o arrepentía de algo, escribía más salmos y a otra cosa mariposa.

Así llenó el gran Rey David el resto de sus días hasta que, viejo y enfermo, fué obligado por Mikal y Betsabé a ceder en vida el trono de Israel a Salomón, en perjuicio de sus hermanos mayores (que David había tenido con otras varias mujeres), en especial de Adonías que ya se había proclamado rey en cuanto su padre enfermó y se metió en cama con una depresión de caballo. Muy precipitado todo, y las cosas así no salen, quedando el resultado final de la copa del Rey:  Adonías cero, Salomón uno.

Bueno, bueno, buenoooooo.... ¡La que se armóoooo! Que tuvo Salomón que ordenar la ejecución de su hermano Adonías, no te digo más. Cómo se pondría éste (achuchado por el sacerdote Abiatar) que es que hasta Dios entendió que el rey  sabio tuviera que matarlos.

Pero esto no es nada comparado con la Luxus salomónica...


No hay comentarios:

Publicar un comentario