jueves, 20 de junio de 2013

Lujuria andaluza...

No hay gente más resalada en todo el Imperio español que los andaluces. Aunque nacida en Madrid (primera generación), mi familia por parte de padre y madre son (que haya constancia) granaínos tirando para atrás hasta el Paleolítico Superior.

Andalucía, paleolítica o no, ha sido de toda la vida de dios zona de mucho mucho calor. Y el andaluz, en cuevas o bajo toldos, ha buscado siempre la manera de hacer correr el aire a su alrededor.

Se sabe de buena tinta que en el Paleolítico Superior los andaluces ya utilizaban el abanico, y tan grande y antiguo es su amor por este instrumento de supervivencia en los veranos andaluces que se han encontrado herramientas líticas (de piedra, ya sabéis) con esa forma, concretamente en la provincia de Granada. De casta le viene al galgo.

Todos sabemos que los objetos que nuestros ancestros fabricaban (si se puede utilizar esa palabra) en aquellos lejanísimos tiempos se limitaban a sus necesidades más inmediatas. O sea que, por mucho que nos cueste imaginar un mundo sin el Photoshop o el iPhone, no pensemos en ese tipo de herramientas. Hemos de lanzar nuestra imaginación más allá de sus límites actuales y pensar en necesidades más primarias. Al principio de los tiempos lo que se necesitaba era pinchar, matar, cortar, raspar, triturar e incluso aserrar –sí, sí— mamuts, pieles de animales, otras piedras y arbustos, más que retocar nuestros muslos o papada en una pantalla de colorines (en serio, nuestras ancestras no eran nada coquetas, no hay más que mirar las fotos).

Para la obtención de estas herramientas, los Picapiedra andaluces, como los de todo el mundo, utilizaban rocas de diversa dureza (si era muy dura, se convertía en herramienta; si era blanda, su papel era el de víctima) procedentes de su entorno o de otros a los que  el hombre (¿mono?)llegó guiado por su instinto de supervivencia o su instinto de reproducción (ambos incontenibles desde el Big Bang en casi todas las especies).

Estas herramientas líticas (lito = piedra) se obtenían en todo el planeta golpeando las rocas adecuadas con otras más duras todavía al objeto de desprender de la víctima fragmentos más pequeños llamados lascas (en Andalucía, láhcah), y que luego se transformaban mediante el “retoque” (modificaban a golpes la forma del filo vivo de la lasca). 

Abanico paleolítico
Pero en Andalucía se hacía con mucha más gracia que en el resto del mundo y a una de ellas le dieron forma de abanico a su filo cortante (con su encajillo y tóh). Las herramientas de la época paleolitiquísima eran multi-funcionales y no tenían un perfil especializado como las de hoy. No había tijeras, por ejemplo (ni de peluquería ni de cocina), ni navaja suiza ni nada de eso.

Los primeros abanicos granaínos se encontraron hace ya muchos años en las Cuevas de las Ventanas, en la zona de Piñar, junto con otros instrumentos polifuncionales (que valen para muchas cosas) del Paleolítico en general (como todo lo andaluz, nuestros ancestros descontextualizaban ya incluso las herramientas y así sigue la cosa en las cuevas: los entendidos no saben exactamente a qué época achacarlas y las adjudicaron al Paleolítico, así, en general, pero  yo creo que eran del Superior). Estos primeros abanicos, como son de sílex, los científicos suponen que mis ancestros no los usaban exclusivamente para darse aire. Igual que sus contemporáneos los denticulados, las raederas,  los raspadores, etc., los abanicos igual servían para darse aire que para cortar tomates para el gazpacho. La frase andaluza paleolítica “¡Tráe acá p’acá el denticuláoh, quillo!” no daba muchas pistas sobre si mamá te iba a pelar a tí o unas patatas

Otro material muy utilizado en aquella época era la madera que utilizaban, sobre todo para fabricar armas. O eso se supone, porque con el paso de los eones éstas desaparecieron y probablemente hoy existen convertidas en moléculas del carbón de caoba del caro, aún por descubrir en nuestro país. La utilización del hueso (¿de mamut? ¿de Tiranosaurio Rex? ¿de pollo?) en esta época parece ser muy limitada y, por motivos que se me escapan absolutamente, es un tema de lo más controvertido en el mundillo arqueológico. (Yo lo hubiera hecho al revés: las piedras denticuladas para matar sangrientamente, y la madera para abanicar y hacer fogata o papel para enviar anónimos. Pero, claro, mi cabeza es otra).

De todos modos, es indudable que los abanicos se utilizaban, además de para otras cosas, para refrescar el cuerpo y recuperar la respiración con un extra de aire después de la Luxus Neanderthalensis o lujuria paleolítica.

Y hablando de lujuria paleolítica…

En esa época, precisamente, fue en la que se acuñaron muchos términos del lenguaje primigenio andaluz. Como sus herramientas, sus vocablos eran multifuncionales y escasos, pero guardamos raíces etimológicas de nuestros ancestros, que los españoles somos muy de nuestras cosas.

El vocablo andaluz más utilizado en nuestro sur durante el Paleolítico es el mismo que hoy aprenden los Erasmus extranjeros en cuanto pisan suelo universitario andaluz: Foyáh.

Desde el principio de los tiempos, y como ya sabéis, la "h" y los acentos en Andalucía existen a título informativo, y cambian de sitio con facilidad y mucho salero. La “s” puede desaparecer. O no. O convertirse en “z” o en “h”, dependiendo de si va entre otras letras o si es la que cierra la palabra. Y la misma palabra puede significar muchas cosas, dependiendo de ese baile de letras. Parece complicado, pero no lo es. Es solo cuestión de fijarse bien y, haciéndolo, muy pronto este asunto se maneja con toda soltura.

Er Foyáh, ya que hablamos de eso, es un buen ejemplo. Por su grafismo, su fonética y su baile loquísimo de haches vais a entender enseguida la lujuria en el Paleolítico granaíno y su multifuncionalidad al compararlo con la lujuria del castellano y el inglés formales (por nombrar tres idiomas conocidos mundialmente):

1) Foyáh: Verbo. Infinitivo. Mismo significado, aunque distinta ortografía y fonética que el del castellano "Follar".
2) Fohyá: Participio pasado, singular, femenino, del verbo "foyáh". // Tener mala _______: Tener mala sombra, mala hostia, ser antipático, borde o cardo. En general, poco sociable, nada cooperativo.  
3) Fohyá/o: Participio pasado, singular, masc. y fem.// Estar bien ________: Lo evidente. Dicen que a las mujeres se les nota en la cara y en la piel. Los hombres se expanden y se ponen orondos, como con los poros más abiertos, y con mejor cara y humor.// Estar mal _______: Lo contrario de lo anterior. También se nota: piel apergaminada, reseca. Labios apretados. Apariencia general de consunción y tristeza.
4) Fohyáo: Participio pasado de Foyáh. Por lo general, se utiliza solo la forma masculina. Ir _______: Ir muy deprisa (denota acción y/o movimiento rápido y nervioso hacia delante ).//Estar ________: estar hecho polvo, agotado (pero… ¿contento?).
5) Fohyáo vivo: Superlativo del anterior.// Ir _________ ____: Ir deprisísima, a toda hostia.
6) Fohyaíco vivo: Diminutivo del 4) anterior.// Ir _________ _____: Ir muy deprisa un niño. // En inglés: To be in a hurry (a child).
7) Fóhyen: En este caso, forma indefinida del verbo que nos ocupa.//Necesita que le/la ________: estar mal fohyá/fohyáo; necesitada/o de un polvo, por su bien (esta forma concreta denota un cariñoso desprecio con cierta urgencia y compasión, a más de un deseo genuino de ayudar al individuo afectado a remediar el asunto cuanto antes).// En inglés: To be in a hurry (other sense, but in some way to be in a hurry too).
8) Fóhyen: Imperativo de foyáh.// ¡¡¡Anda ya y que te _______!!!: Mismo significado que en castellano, pero con ortografía y fonética propias del lugar.

El número de variantes de este verbo tan nuestro es casi infinito pero he preferido extractar las más utilizadas por el pueblo llano del Paleolítico Medio y Superior. Aunque estos vocablos pertenecen, indudablemente, al riquísimo y variado patrimonio lingüístico cultural andaluz, el resto del país goza también con y de ellos. (Aunque es innegable que en Andalucía este pecado capital es mucho más festivo que en otras geografías más austeras.)

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