lunes, 15 de julio de 2013

Felicidad práctica en positivo: Resistiré

Me gustaría mucho tener una perfecta comprensión de todas las cosas,
pero no estoy dispuesto a pagar su alto precio.
Mi intención es avanzar con calma, y no con dificultades,
lo que me queda de vida.
Michel de Montaigne

Mirar el lado brillante de las cosas

Yo creo que de las técnicas clásicas de felicidad, esta es la más básica y la primera que tenemos que adoptar. En realidad, el resto, sean tuyas o de autores consagrados, son hijos -legítimos o bastardos- de ésta. Sin ella, ninguna otra sirve. (Lo he probado para atajar; no funciona)

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En la conferencia bianual de la Society for Research in Child Development (sociedad norteamericana para la investigación del desarrollo infantil) celebrada en 2008, se presentó un estudio que habían llevado a cabo de forma conjunta las universidades de Jacksonville  y de California-Davis en niños cuyas edades iban de los 5 a los 10 años.

Estos niños escuchaban seis historias ilustradas en las que dos personajes experimentan, juntos, un mismo acontecimiento positivo (y se sentían bien), un mismo acontecimiento negativo (y se sentían mal) y un acontecimiento neutro -o ambiguo (y se sentían bien).

Después de cada acontecimiento, uno de los personajes de los cuentos piensa un pensamiento positivo y su compañero de aventuras piensa un pensamiento negativo. Los niños objeto de estudio debían comentar luego las historias.

Los niños que colaboraron en el estudio (no lo olvidemos: 5 a 10 años) predijeron y explicaron, razonando sus conclusiones, las emociones de cada uno de los dos personajes protagonistas de estos seis cuentos. Los resultados de este estudio mostraron que, en los niños de entre 5 y 10 años, existe un desarrollo emocional significativo cuando comprenden que pensar en positivo mejora notablemente el estado emocional propio y que aferrarnos al lado negativo de las cosas nos induce a sentirnos peor. El estudio concluía que,  a esas edades, cuando se razona acerca de los acontecimientos neutros o positivos, se da un más temprano y claro desarrollo emocional positivo.

Según el estudio, el nivel de optimismo y esperanza de los padres predicen, en mayor o menor medida, la asociación que hará el niño, ya a temprana edad, acerca de las conexiones pensamiento-emoción; y esto es, junto con la edad, lo que ayudará al niño a percibir y aprehender (osea, a hacer suyos) los beneficios del pensamiento positivo versus la mirada pesimista sobre cualquier experiencia considerada negativa.

Otros estudios basados en investigaciones con grupos familiares variados, cuyas trayectorias fueron seguidas hasta durante treinta años, unos padres optimistas propiciarán que sus hijos sean abiertos, seguros de sí mismos, y confiados en sus propias habilidades y decisiones. Estos niños desarrollarán también un sano sentido del humor, relaciones de amistad importantes y duraderas y una conexión con el mundo que los rodea fluida y apreciativa. Al margen de todo esto, estos niños se centrarán en su propio desarrollo con curiosidad y expectación, sortearán obstáculos con facilidad de perspectiva y, antes o después, tendrán éxito en todo cuanto emprendan (lo que no significa, recordemoslo, que estos futuros adultos elegirán la fama y el dinero como símbolos de su éxito).  

Ojo también a este dato importante:  Se ha demostrado que todo niño percibe con claridad quién es feliz y quién mira la vida con tristeza, desesperanza o pesimismo. Y, al igual que con el optimismo, si el pesimista es una autoridad en su vida, el niño copiará el modelo de comportamiento. Es otra de esas pocas ecuaciones que no fallan...

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No nacemos pesimistas, a pesar de nuestro pecado original :-D. Tampoco nos sentimos inseguros, y siendo bebés solo tenemos miedo ante los ruidos fuertes o a la pérdida del apoyo físico (una caída, por ejemplo), ambos conectados con la historia humana de la supervivencia. El resto de miedos son adquiridos a lo largo de los años y en un grandísimo porcentaje son debidos a nuestra imaginación y a la intervención directa de padres y/o cuidadores.

¿Ya de pequeños imaginamos lo peor?. Sí y no. El hombre del saco, el tío que asó la manteca (qué idiotez), el lobo y similares son bastones muy cómodos para padres y cuidadores que quieren seguir viendo la tele o leyendo una novela sin que el niño los moleste y se duerma cuanto antes. Pero el niño siempre intenta imaginar aquello que le cuentan y, en su fértil mente, procesa el asunto de aquellas maneras. Su memoria visual hace el resto...

Al final, la ausencia de felicidad o la incapacidad para creer en ella y buscarla con ahínco, tiene mucho que ver con el miedo y la desesperanza que experimentamos a temprana edad cuando perdemos apoyos importantes.

No hace mucho, la comunidad científica tradicional se rindió a la física cuántica que ya ha demostrado un par de cosas que sabíamos pero que olvidamos:

1.- El pensamiento es la actividad principal de la mente, y puede ser de carácter creativo, estratégico, previsor, de futuro, de pasado (recuerdo), etc. Según la Wikipedia (que ya lo consulto todo, por si acaso) se llama pensamiento a todo aquello que es traído a existencia mediante la actividad del intelecto.

Los pensamientos están formados, o mejor dicho son energía (como todo lo demás que existe en el universo) y por ello susceptibles de transformación, libre movimiento interespacial y todas esas cualidades tan cósmicas y misteriosas que nos producen tanta inquietud desde el momento en que empezamos a creer que tienen el poder de asustarnos. O peor, que los pensamientos negativos son más reales y tienen cualidades de videncia y precisión futura de las que adolecen los pensamientos positivos ya que éstos, en el fondo, son tonterías propias de Pollyana. Todo ello inexacto, ya que

2.- Los pensamientos son neutros, por muy mala pinta que tenga el cuadro mental, y solo cambian del género neutro a positivo o negativo cuando decidimos -consciente o inconscientemente- darles bola mediante nuestra reacción a ellos.

Vienen y van, en primera instancia, a su antojo; son los habitantes de un buffet de energías que, coquetas, pasean contoneándose por tu espacio mental. Pero al igual que ni el zumo de naranja -que te encanta- o los arenques ahumados -que te horripilan- saltan a tu boca y pasan a tu estómago directamente sin tu intervención, los pensamientos no tienen la capacidad de aferrarse a nuestras neuronas sin nuestro consentimiento ni luchan con desesperación por su supervivencia allí. No tienen un interés especial en que los elijas de entre los otros millones que vienen y van; solo quieren lucirse, sin más pretensiones. Son como niños :-D.

Al igual que eliges para desayunar zumo y tostadas, o leche y cruasán, o agua y huevos revueltos de entre todas las posibilidades que el buffet de un buen hotel te ofrece, también puedes elegir los pensamientos que te apetezcan y desechar o pasar por alto los que no te gustan. Pero, por regla general, ese factor no lo tenemos en cuenta y nos convencemos de la veracidad indiscutible, sin molestarnos en estudiar el porqué, de aquello que nos provoca  o un gran rechazo o una alta concentración de alegría en nuestro body. Está bien aceptar aquellos pensamientos que te gustan sin razonarlos, pero es peligroso aceptar los que no te gustan sin darles un mínimo repaso.

Toda moneda tiene siempre dos caras (al menos mientras vivamos en esta dimensión, lo siento), y siempre podemos elegir con cuál nos quedamos. Si todo tiene un 50% de posibilidades, ¿por qué no elegir el 50% optimista? Total, en el peor de los casos (que finalmente ocurra ese horror al que das detalles con toda minuciosidad) o en el caso de que no ocurra nada, te habrás ahorrado los malos ratos desde que empiezas a darle forma en tu cabeza hasta que se convierte en realidad. Y en el mejor de los casos, al buen rato que pasas recreándote en los detalles de la posibilidad mejorada, añades luego el alegrón que finalmente te llevas cuando ocurra lo mejor de entre todos los probables. :-D

En cualquier caso, decides tú y no tu pensamiento que, animalico, se limita a cumplir la función que se le asignó: presentarte diversas posibilidades para que elijas la que desees.

Al optimista se lo ha llamado de de muchas maneras: ingenuo, cándido, utópico... hasta el punto de que ya son casi universalmente sinónimos. Al pesimista, en cambio, se lo llama con reverente admiración realista, razonable, sensato... Si te fijas bien, quien acuña esos términos en realidad es el pesimista, el desesperanzado, el que siempre ve el lado oscuro de las cosas porque siempre está en la realidad (que es solo la suya). También es el pesimista el que dice cosas del estilo de "es que soy así", "no lo puedo remediar", "es mi forma de ser, mi cerebro es crítico por naturaleza", etc.

Imagínate qué sería hoy del mundo si los pesimistas llevaran razón. Si entre sus hordas se encontraran Edison (993 fallos hasta que hizo funcionar la bombilla), Newton, Einstein, Bill Gates, mi madre y mi abuela Lola, Abraham Lincoln o Benjamin Franklin, ¿cómo sería hoy nuestro mundo?... Y no todos eran ricos de familia y contaban con medios para llevar a cabo sus proyectos, ni todos contaban con una excelente salud; Margaret Mitchell, por ejemplo, escribió Lo que el viento se llevó (Premio Pulitzer además de superventas de todos los tiempos) mientras se recuperaba en cama de un pie destrozado en un accidente.

Todos estos ingenuos y utópicos seres han demostrado, con su actitud y sus pensamientos, que eso que pensaron o soñaron un día existe y lo trajeron a la realidad con optimismo, perseverancia y pasión. Y, a nivel de calle, tú puedes hacer lo mismo por tu felicidad. No tienes que inventar la bombilla, plagar el universo de ordenadores personales o crear un método nuevo de injerto sustitutivo de tejido humano; solo tienes que cambiar un pensamiento por otro. Nada más. Y nada menos.

Los pensamientos de nostalgia, fracaso y previsión de futuro negrísimo, no te ayudan; de hecho, te desayudan minimizando tu fuerza y tu energía: ya estás vencido antes de empezar. Los proyectos que te ilusionan, los recuerdos queridos, los pensamientos de triunfo, salud, milagros y fiesta total elevan tu vida a la centésima potencia o más.

Solo tienes que elegir ese pensamiento que apoye y mejore tu actitud, el mejor pensamiento de tu más feliz vida probable. Soñar y pensar es gratis pero genera altos rendimientos y otorga unos premios inapreciables... O los peores castigos.


La mala noticia, como ya anticipé tiempo atrás, es que es un trabajo de toda la vida... Pero al igual que un día nos habituamos a ver el lado oscuro, podemos hoy habituarnos a lo contrario. Puede que te cueste algún tiempo y esfuerzo, posiblemente sientas en ocasiones la tentación de volver al camino trillado. No lo hagas. Lo importante es RESISTIR y, en un momento dado, verás que has trillado una nueva vía de tanto pasar por ella. Ese es el objetivo.

Siempre, siempre, eliges tú... ¡Qué buena noticia! ¿Qué vas a hacer con ella?  :-D

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