sábado, 10 de enero de 2015

Felicidad nocturna: dormir bien, despertar mejor.


Pocas cosas hay que estropeen más un día que no haber pegado ojo la noche anterior...

No dormir bien o lo suficiente te hace infeliz: produce estrés, malhumor, bajo rendimiento mental y físico, agitación y ansiedad. Por mencionar solo unas cuantas.

Aunque los expertos aseguran que hay que dormir un mínimo de ocho horas seguidas, en mi caso eso no funciona. No recuerdo si alguna vez he dormido tanto del tirón pero desde que me recuerdo adulta, nunca. Y cada vez menos. Pero lo que duermo, lo descanso y no tengo problema en cuanto a energía o humor. Para mí, cinco o seis horas por la noche y veinte o treinta minutos por la tarde son suficientes horas de sueño. A veces también me quedo dormida a la hora justa de perderme el final de Velvet. Y con eso voy que chuto.

No me importa tanto el número de horas de sueño como el dormirlas bien, en profundidad. Solo así mi organismo se regenera, mi mente se calma, mis tejidos descansan y yo me renuevo entera (y rejuvenezco, juas). El dormitorio, por ello, es una importantísima pieza en nuestra vida.

La regla básica del Feng-shui del dormitorio es que la cama tenga la cabecera orientada al norte aunque en mi caso concreto esto es físicamente imposible, por lo que me he tenido que buscar otras alternativas que compensen este terrible pecado. 

Un dormitorio confortable siempre requiere de ciertos elementos que faciliten el descanso y propicien un sueño apacible y reparador. Para mí son imprescindibles: 

Una alfombra del tamaño justo para apoyar los pies descalzos al levantarme o al acostarme (no me gustan las alfombras grandes). Nada me arruina una mañana feliz o convierte en peor una mala como levantarme y, oh, sorpresa, pongo los pies en un suelo frío y duro. El primer paso del día debería ser siempre sobre una superficie amigable para nuestra piel. Nada arruina una mañana feliz -o hace peor una mala- como posar los pies al salir de la cama en un suelo duro y frío. Elije una que sea de tu gusto y del gusto de tus pies.

Un gran colchón (en todos los sentidos). Aunque tuvieras todo lo demás, si te falta esto tu dormitorio será un asco. Y, además, estará incompleto. Es la pieza fundamental, aunque no la única, para garantizarte un buen descanso. Lo que debes perseguir en un buen colchón es que te mantenga cómodo y ofrezca un fantástico apoyo a tu espalda. Sería bueno elegirlo en función de tu altura y corpulencia. Un buen colchón durará 10-15 años, y si estás pensando en ratear en su precio que sepas que un colchón barato te durará la mitad de tiempo.

La cantidad justa de almohadas y cojines. ¿Y cómo saber cuál es la ideal? Estéticamente, dicen los grandes interioristas, debería haber las suficientes como para que la cama te parezca suntuosa e invitadora cuando esté hecha... pero no tantas como para que meterte en la cama cada noche sea un problema de logística. Personalmente sólo tengo las dos almohadas gemelas con que cuenta toda cama que se precie y que uso para dormir (delgadas y firmes, nada de plumas) y una extra de látex, pequeñísima, que viaja conmigo por todo el colchón y allá donde yo viaje fuera de él. Mi cama no parece suntuosa; personalmente me desvela el hecho de pasar 10 minutos recolocando piezas antes de dormir. Según los expertos, el número ideal de piezas, entre almohadas y almohadones, es de 1-6 dependiendo del tamaño de la cama.

No Tech In Sight, como dicen los americanos. O sea, fuera aparatos de todo tipo. El dormitorio es para dormir, y no necesitas en él la Blackberry ni el portátil. Y eso también sirve para la televisión: aunque sea pequeñita la televisión te mantiene despierto hasta más tarde de lo necesario y, en consecuencia, te mantiene más tiempo en la cama por la mañana fantaseando con la idea de no levantarte para ir a trabajar. Es complicado en estos tiempos, pero te garantizo que tu tiempo de descanso mejorará en un 100 por 100 si decides seguir esta idea a rajatabla. Por experiencia te aseguro que si dejas tus i-Todos fuera del dormitorio serás más feliz.

Un lugar donde sentarse que no sea la cama. Un buen punto de asiento servirá tanto cuando no puedas permitirte caer dormido mientras lees algo, o necesites tener una conversación con tu churri que es mejor no tener en la cama. También será un buen sitio donde sentarte para calzarte o descalzarte esas botas o abrocharte las sandalias.

Una mesilla de noche bien aprovisionada. Una mesilla de noche con todo lo que necesitas es muy estética para la vista. Pero esa no es la única razón: la combinación de una botella bonita de agua, un buen libro, una planta o unas flores y una lámpara es, esencialmente, un kit de confortabilidad para los momentos posteriores o anteriores a dormir, incluso para los períodos de insomnio. Así que cuando formes tu kit-confort hazlo tuyo de verdad, no te preocupes de que parezca perfecto o elegante. Cuanto más "tú" sea ese kit mejor funcionará en su cometido: hacerte sentir cómodo.

El color de las paredes y de la ropa de cama. Neutros o claros, ligeros, los colores que evocan calma y sentimientos placenteros son los más aconsejables. En caso de papeles pintados o pintura decorativa, asegúrate de que sean motivos y colores no demasiado contrastantes entre sí. Si quieres poner energía en tu vida hazlo en otras habitaciones de la casa pero no en tu dormitorio (aunque yo desoigo esta regla y mi dormitorio está pintado del mismo color que el resto de la casa: el tono exacto de la cáscara de las mandarinas fresquísimas. El color naranja y yo tenemos una relación muy especial :-D).

Estas normas básicas te garantizarán un buen descanso cuando toque duermas las horas que duermas y, por lo tanto, aumentará tu índice de felicidad cotidiana de forma drástica.

¡Felices sueños!

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