No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños. Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo.
Porque cada día es un comienzo nuevo, porque esta es la hora y el mejor momento.
Mario Benedetti
Cada
año viejo estamos dispuestos a hacer del nuevo año algo mucho mejor. Decidimos, al final de cada Diciembre, que el año que está a la vuelta de la esquina será distinto.
Revisamos
nuestros buenos propósitos y redactamos mentalmente nuestra nueva lista de
deseos; yo incluso la escribo. Parecen dos cosas desiguales, pero… ¿lo son?
Si
las repasamos bien veremos que ambas están entrelazadas; juntas casi forman un
nudo. Y además ¿casualmente? se parecen mucho –ohhhhh...– a las del año
anterior.
Y así cada año de dios.
En
realidad nuestros buenos propósitos se basan siempre en nuestra lista de
deseos a corto y medio plazo. Por ejemplo, ese propósito anual de medio planeta
de dejar de fumar –y del 1 de enero no pasa– esconde el deseo de llevar una
vida más sana: evitar un enfisema o una embolia pulmonar, o dejar de ser un
paria social, ése único miembro del grupo que todavía fuma y se va a la cocina
en medio de la más interesante de las conversaciones. O ese otro tan popular de
empezar a hacer ejercicio (más vida sana): correr, nadar o ir al gym, como
llaman ahora al polideportivo del barrio.
Si
nos fijamos bien, los buenos propósitos y los deseos de nuestra lista son
intercambiables y reversibles, y con frecuencia son los mismos año tras año.
Porque los humanos pedimos, una y otra vez, año tras año, dejar de fumar, poner
orden en nuestra casa (y a ser posible en nuestra vida), escuchar más
atentamente a nuestra pareja (si se decide a hablar; con suerte, ese será su propósito de este fin de año),
ir en junio sin excusas a la función del niño, meditar y/o establecer media
hora al día para nosotros mismos, perder esos ocho kilitos de más, salir un
poco antes del despacho, cenar en familia a diario, una cita mensual a solas
con nuestro cónyuge, hacernos un corte de pelo decente, divorciarnos o casarnos
(de este año no pasa), aceptar lo que no podemos cambiar (y procesar de la
mejor manera posible el hecho de que no podemos cambiarlo), llamar con más
frecuencia a nuestros padres y hermanos, etc.
Algo
no funciona y, año tras año, los buenos propósitos se quedan en propósitos y
los deseos se quedan sin cumplir. ¿Qué será, será?
La
razón es muy sencilla, creo: nos planteamos una idea romántica de nuestra nueva vida
maravillosa... en la que pensamos sólo de
vez en cuando y de forma muy vaga, sin concretar nada.
Y
esa visión bucólica de nuestra vida por venir no la haremos realidad solo con
pensamientos y ensoñaciones espasmódicos con los que disfrutamos un rato cada
fin de semana pensando: "¿No sería maravilloso si....?", pero sin
hacer nada real al respecto. No
tomamos la acción necesaria porque no sabemos por dónde empezar a caminar desde
donde estamos hasta esa escena maravillosa en la que sería estupendo estar, por
ejemplo, pasado mañana. He descubierto que no es que no sepamos cómo llegar a donde queremos sino que no sabemos cómo hacerlo en dos días (que es lo que nos gustaría).
Creo, también, que no sabemos por dónde empezar porque no tenemos una visión clara y rotunda,
casi obsesiva, de esa nueva vida feliz. Pensamos que sería maravilloso pero en
realidad no nos lo creemos y, en consecuencia, no hacemos nada al respecto (o
hacemos todo lo contrario a lo que aconseja el sentido común como comer o
beber más o comprar mucho bonito y barato), volviendo a la "realidad" y
desechando nuestra visión por imposible.
Pues
hay buenas noticias: esas visiones personales no son ninguna tontería
imposible sino que son reales, posibles y, cuando perseveramos, se cumplen.
George Washington soñó con una Norteamérica unida, Marting Luther King con la
igualdad entre blancos y negros, Mandela con una Sudáfrica libre del apartheid
y Bill Gates con instalar un ordenador en cada casa del planeta... Unos han
tardado más que otros en cumplirse, pero todos esos deseos y grandiosas
visiones personales se cumplieron, respaldados por la confianza, la fe en sus
soñadores y el trabajo de los mismos en pos de su visión.
¿No
podríamos perseverar en la nuestra que, con seguridad, será más humilde que las
de arriba pero no por ello menos valiosa? (al menos para nosotros, sino para el
mundo entero, eh?). ¿No traerá a nuestra vida más felicidad una idea clara y firme de nuestra relación de pareja satisfactoria, los ojos brillantes de
nuestros hijos al vernos entre los espectadores de su función, un cuerpo más
ágil y sano, una jornada laboral menos estresante o la alegría de nuestros
padres al oír nuestra voz al teléfono cuando lo que espera es publicidad de
móviles? ¡Al menos tenemos garantizados los buenos ratos que pasaremos
visionando esos resultados!
A
los que nos cuesta perseverar, sea por descreímiento o pereza, nos hacen falta
algunas ayudas extras, y es importante que las busquemos. Una de las más
satisfactorias y divertidas que yo he encontrado es hacer un tablero que
represente nuestra visión personal, lo que queremos que entre en nuestras vidas
(sea lo que sea, es posible). Los americanos lo llaman vision board.
Es
importante, al empezar, que basemos nuestras elecciones en lo que nos haga
sentir más felices y más "sueltos" (¡libres?) y no en cómo pensamos
que debería ser o parecer
una vida ideal general. Hay que concretar y jugar a recortables nos ayuda a ver
con más claridad e ir decidiendo lo que de verdad deseamos.
El
método es muy sencillo:
Cárgate
de revistas y folletos que tengas por casa, o mira imágenes por internet;
necesitarás también unas tijeras, un pliego grande de papel (de embalar, por
ejemplo) y una barra de pegamento. Pega o pincha el enorme pliego de papel en
la pared, en un lugar en el que lo veas bien y a menudo (¿enfrente de tu
escritorio?) porque ese es el tablero donde pegarás todos tus deseos y sueños,
a todo color. En el centro de tu tablero, pega una foto tuya en la que se te
vea con claridad (si estás sonriente, mejor). Cada tanto, cuando te apetezca, dedica un rato a tu tablero.
Según
vayas hojeando las revista o folletos, ve recortando de ellos
"estampas" de lo que represente una parte o el todo de esa visión (de
momento, futura) que tienes, y ve pegándolas alrededor de tu excelsa figura en
el papel de embalar, colocándolas a tu gusto, más cerca o más lejos dependiendo
de la prisa que tengas por hacer realidad esa área concreta de tu visión (¿el
masseratti antes que la moto, el nuevo trabajo que te apasiona antes que la
casa de tus sueños, tu larga melena brillante antes que tus estilizadas caderas,
o al revés?).
Si
esta receta dispara tu incredulidad y tu cinismo, sepas que te entiendo
perfectamente. A mí me pasó exactamente eso la primera vez que lo leí. Pero le
di una oportunidad. Y resultó que funcionaba. Y aunque estoy aún algo lejos de
haber cumplido todas mis visiones
también es cierto que muchas de ellas se cumplieron ya.
Además,
lo paso rebién eligiendo cuidadosamente las estampas (con la costumbre, te vas
haciendo más selectivo) que recorto (son tantas que ya no las pego, las meto en
una caja grande y las miro una y otra vez). He acabado por aceptar que algunos
de esos deseos tardarán más de un mes en cumplirse y otros me sorprenden
cumpliéndose en cuestión de horas. Pero antes o después, si persevero, todos
llegan :-D
Esta
estrategia funciona no porque tu tablero visionario impacte por sí mismo tu
realidad y tu futuro, sino porque impactan tu cerebro al seleccionar las
imágenes las cuales, a su vez, quedan grabadas en tu subconsciente y lo
llevarán a guiarte hacia las acciones que más ayuden a hacer realidad esa
visión tuya. En resumen: este tablero visionario te ayuda a enfocarte en tu
deseo, lo hace cada vez más fuerte y más posible a tus ojos (te familiarizas
con él y finalmente no lo consideras algo tan lejano o imposible), casi te
obsesionas con él y acabas dando por hecho que lo conseguirás. Y así será.
Mientra
jugamos al visionario es importante que tengamos en cuenta:
- Todos tus deseos son honorables y dignos de tu atención aunque por lógica algunos querrás cumplirlos antes que otros.
- Hay que dejar marchar lo que no funciona: no te aferres a hábitos, personas o cosas que debilitan tu visión.
- No temas al fracaso ni te preocupes por los errores que puedas cometer (los cometerás). De esa forma te paralizarás y no harás nada en tu beneficio, todo seguirá igual y tu lista del año que viene se parecerá horrorosamente a la de éste. El éxito está construido de esos pequeños o grandes errores y si te relajas al respecto pronto aprenderás a "hacer las cosas bien". Pero bien o mal, ¡hazlo!
- Presta atención y prioridad absolutas a lo que de verdad sea importante para ti. No tengas en cuenta las prioridades de otros a la hora de tomar decisiones sobre lo que quieres en tu vida. Relájate porque al principio puede que te cueste hacerlo así; pronto descubrirás que si perseveras en vivir tu propia vida los otros no tendrán más remedio que hacer lo propio con las suyas, y todos tan contentos.
Y
con todo esto te deseo una larga lista de deseos, cumplidos y por cumplir, para 2015.
¡Felices
y prósperos propósitos nuevos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario