domingo, 20 de julio de 2014

¿Verdad o mentira?

En este mundo cruel nada es verdad ni es mentira;
todo depende del color del cristal con que se mira.
Dicho popular


Una creencia no es más que un pensamiento que pensamos cien mil veces y, a base de repeticiones, se convierten en certezas para nosotros. Lo que no significa que sean verdades absolutas; de hecho, la mayor parte de nuestras creencias son mentiras, objetivamente hablando.

Nuestras creencias rigen nuestra vida. Queramos o no, nos guste o no, la ciencia ha demostrado que nuestro cuerpo y nuestro cerebro obedecen a nuestra voluntad consciente y nuestra mente es la vía. La mente consciente es la que da por válidas o no las afirmaciones que generan la observación de nuestro entorno y lo que sentimos hacia lo que percibimos en él. (Léete el Principio de Incetidumbre de Heisenberg, es interesantísimo).

Es la mente consciente el filtro que deja pasar o no a nuestro inconsciente lo que decidimos creer (porque siempre lo decidimos nosotros, sea a través de la curiosidad, el miedo, la conveniencia, o nuestra perseverancia). Y, una vez en el inconsciente, se convierten en esas creencias que, de forma automática, si las dejamos, dirigen nuestros pensamientos y actos que luego generan nuestras experiencias.

Y esto vale tanto para las creencias que llamamos positivas (las que nos apoyan y nos dan energía) como para las negativas (las que llenan nuestra imaginación de obstáculos, errores y horrores).

Los pensamientos se piensan solos; vienen y van a su aire, pasan por nuestra cabeza (o por donde sea que pasen) sin más propósito que lucirse y presentarnos propuestas y alternativas. Pero no tienen el poder de quedarse enganchados para siempre jamás a nosotros. Ese poder lo tenemos solo nosotros: enganchar el pensamiento que sea y quedárnoslo para darle forma, color, sentimiento y recrearnos en él dándole detalles a nuestro gusto.

Así pues, la buena noticia es que, como podemos elegir los pensamientos a los que quedarnos enganchados, las creencias (pensamientos que hemos repetido una y mil veces hasta que se hacen automáticos en nos) se pueden cambiar. Ningún niño nace pesimista ni resignado, aceptando su destino sin saber cuál es... Sólo hay que oír los gritos que pegan cuando tienen hambre, sueño o están mojados para darse cuenta del auténtico carácter de un bebé.

Una forma sencilla de hacernos con el control de nuestros pensamientos es ser conscientes del pensamiento negro en cuanto llega y pararnos para decir: "Ya sé lo que no quiero. ¿Qué es lo que quiero en realidad acerca de este asunto?". Y verbalizarlo claramente, en voz alta, de pensamiento o utilizando nuestra increíble capacidad para imaginar lo que de verdad deseamos. Y si el pensamiento que pillamos en un momento dado es alegre, divertido o amable, pararnos a hacerle fiestas y pensar "¡¡¡Síiiiiiiii, esto es lo que quiero!!!" es también una magnífica idea.

Normalmente, lo que deseamos de verdad en el aspecto que sea es justo lo contrario de lo que estábamos pensando en el momento de pillarnos in fraganti con una idea negra entre las manos. Así que es fácil. Haciendo esto una y otra vez, llega un momento en que los pensamientos negros pasan de largo sin dejarnos paralizados de miedo y nos permitimos a nosotros mismos avanzar en la dirección que realmente deseamos. Doy fe.

Pero muchos somos perezosos mentalmente, y además ilusos. Creemos que un día nos caerá del cielo ese momento en que no aparecerá ningún pensamiento que nos atormente y ya no volverá a ocurrir. Y esperamos -y esto es lo mejor de todo- no tener que poner nada de nuestra parte para que eso ocurra.

Falso. Falsísimo.

Llevamos tanto tiempo sosteniendo y observando deleitados esos pensamientos machacadores que se nos ha grabado una creencia que solo podemos modificar o eliminar de forma consciente, prestando atención. Pero vale la pena.

Tenemos un arma increíble para ayudarnos en esto: nuestra imaginación. Lo que de verdad nos diferencia de los animales es que nosotros podemos recordar el pasado, imaginar el futuro y destrozarnos el presente si no empleamos nuestra imaginación a nuestro favor. Lo que hasta ahora nos decían sin más explicaciones y sonaba misterioso de "ser consciente de uno mismo" es solo eso; y no hay ningún misterio.

Nuestros temores no se cumplirán a menos que nos regodeemos en ellos una y otra vez. Nuestros verdaderos deseos no se cumplirán a menos que nos regodeemos en ellos una y otra vez.

Ahora que en verano tenemos más tiempo y por lo general estamos más libres de estrés, prisas y carreras a colegios o despachos, aprovechemos los ratitos de playa y siesta para empezar a ser conscientes de lo que nos pasa por la cabeza, cuestionarlo, y rechazarlo o aceptarlo, según convenga a nuestra felicidad. Si nos ejercitamos en ello notaremos taaaaaaaannnnta diferencia a la vuelta de las vacaciones que nos parecerá absurdo no haberlo hecho veinte años antes. Prometido.

Las creencias más falsas de todas en cuanto a conseguir llevar una vida feliz:

No puedo
Me es imposible evitarlo
No sé
No tengo imaginación (¡esta es estupenda!)
No me lo permiten mis circunstancias (o padres, maestros, cónyuges, jefes...)

Las creencias que sí son verdades:

Puedo
Es posible cambiar
Sí sé
Tengo mucha imaginación
Lo haré

Lo único que tenemos que plantearnos, y ser sinceros con nosotros mismos, es:

¿Verdaderamente quiero conseguirlo y estoy dispuesto a hacer el esfuerzo que requiera?.YA estás haciendo muchísimo esfuerzo y gastando mucha energía en no hacerlo, así que la energía la tienes y el esfuerzo está a tu disposición y sabes cómo emplearlo; piensa en ello.

¿Estoy dispuesto a emplear mi imaginación para cambiar lo necesario y conseguir lo que de verdad deseo?. YA estás empleando la mucha imaginación que tienes en destrozar tu sueño, así que la imaginación la tienes. Empléala al revés.  XD

¿Lo haré?

Una vez hayamos decidido que sí, que cambiaremos nuestro tren pensante porque sí nos compensa, sólo tenemos que enfocarnos en el resultado de lo que queremos obtener. Visualíza ese resultado, no te permitas durante el rato que dediques a ello pensamientos contradictorios, haz como si te lo creyeras durante cinco o diez minutos (no más), créetelo durante ese ratito... y luego vuelve a tus quehaceres.

Si quieres convencerte a ti mismo a más velocidad de tu nuevo yo, da algún paso físico que apoye la nueva creencia o el nuevo hábito que quieres crear para que se quede en tu vida. Por ejemplo, si crees que eres tímido, te sientes solo o poco valioso, sonríe cada día a alguien y dile algo amable, sea conocido o no. Si crees que eres debilucho físicamente, haz veinte flexiones en algún momento del día. Si crees que jamás saldrás de la pobreza triste que invade tu vida y tu casa, compra algo un poquito más caro de lo que te permitirías normalmente pagar por eso mismo en versión bazar chino. Si te sientes solo y poco querido, pasa un ratito con alguien que sepas sin ninguna duda que te quiere (todos tenemos a alguien, no pongas excusas, estáte en guardia acerca de tus vergüenzas mal entendidas).

Y hazlo con la intención consciente de que estás creando tu nuevo y verdadero yo. Pronto verás que es más fácil de lo que te parecía (siempre lo es; todo) y también muy pronto verás que lo haces de corazón y que buscas oportunidades para hacerlo más a menudo.

Nunca se pierde nada siendo optimista, deseando y esperando triunfar en lo que soñamos; siendo pesimista perdemos con absoluta seguridad la oportunidad de conseguirlo. El optimismo da la energía necesaria para acometer cualquier cosa; el pesimismo nos roba el 99% de la energía y nos deja la justa para no hacer nada.

¿Nos vamos a dejar acojonar por dos o tres pensamientos que ya sabemos que no son verdades absolutas? ¿De verdad? ¡Venga ya!




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