lunes, 21 de abril de 2014

La ley de Atracción: ¡Qué emoción! (y II)

Busca siempre el pensamiento que te haga sentir mejor.
Abraham-Hicks


El aparatito con pantalla que llevamos en el coche y al que cariñosamente llamamos "el Tonto" es un buen amigo que nos ayuda a llegar a nuestro destino sin incidencias a lamentar. A pesar de su inocente apariencia "mini-televisiva", nuestro tonto es un potente receptor de señales de satélite (de estrella, estelar; de polo, polar... ¿de satélite, satelitar?). 

Hasta hace unos años, cada vez que salía en coche tenía miedo de perderme y no ser capaz de volver a encontrar nunca más mi casa. Y entonces descubrí el GPS y me compré uno. Nunca más me ha asustado perderme. Es una guía insustituible para los que no salimos de fábrica con el gen de la orientación incorporado (mi caso y el de muchos más), y mis viajes ahora son un placer en vez de un tormento. Además, tardo mucho menos en llegar a cualquier sitio porque no tengo que pararme en cada gasolinera del camino a preguntar si voy bien... :-D

Global Positioning System

El Global Positioning System (lo que de forma habitual denominamos por sus siglas, “el GPS” ) es un sistema de navegación basado en una red de 24 satélites propiedad de y puestos en órbita por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos de América. Fue creado con fines militares pero en los años 80 el Gobierno norteamericano puso generosamente este sistema a disposición de la población civil del mundo todo. El sistema de posicionamiento global trabaja en cualesquiera condiciones metereológicas, en cualquier lugar del mundo, 24 horas al día, 365 días al año. No hay tasas de suscripción o precio de enganche, mantenimiento de línea ni cargos por desgaste de los satélites. ¡Gracias, USA! :-D

Esta red de 24 satélites dan la vuelta a la Tierra dos veces al día en una órbita precisa y concreta, y transmiten señales de información a nuestro planeta. Los receptores del sistema cogen esta información y la triangulan (sea eso lo que sea) para calcular la localización exacta del usuario (sean los marines USA, los radicales ucranianos pro-rusos o yo) que lleve encima un receptor GPS. Nuestro receptor debe estar sujeto a señales de al menos tres de esos 24 satélites triangulantes para calcular una posición en 2D (latitud y longitud) y rastrear el movimiento. Si tiene la suerte de coger la señal de 4 o más satélites, tu GPS (y el de cualquiera) puede determinar tu posición en 3D (latitud, longitud y altitud) sin necesidad de gafas especiales.

Haciendo corto el cuento largo, un aparato receptor de este sistema de navegación compara la hora a la que fue transmitida la señal por satélite con la hora a la que esa señal llegó a su destino (tu receptor). La diferencia entre una y otra horas le dice al sistema cuán lejos está el satélite en ese momento (eso no nos importa nada, pero es un dato fundamental para que nuestro tonto se ponga a trabajar con eficacia). Y con los cálculos de distancia de algunos satélites más, el receptor de la señal puede determinar la posición del usuario y mostrarla en la pantalla electrónica de nuestro GPS.

Tu receptor de GPS. Tú estás
donde ves la flecha naranja.
Una vez que la posición del usuario ha sido determinada, la unidad GPS que llevas en el coche puede calcular otras informaciones, tales como velocidad, rumbo, ruta, duración del viaje,  distancia a destino, hora de amanecer , de anochecer y más, una vez que le hayamos introducido la dirección exacta de a dónde queremos ir. Y con toda esa información, te llevará a tu destino de forma segura (si le obedeces) sin necesidad de preguntar en cada gasolinera que encuentres.

Tener un GPS es bueno para tus nervios, porque con este sistema sabrás que si quieres ir a Toledo y sigues sus indicaciones llegarás a Toledo con toda seguridad. No cabe preocupación alguna respecto a si acabarás en Córdoba o Guadalajara; si obedeces, puedes disfrutar con tranquilidad del viaje. Y no solo eso: como los cálculos son ininterrumpidos, si te equivocas de salida en la autovía, no importa: tu GPS recalculará otra ruta –la más conveniente- para que vuelvas al camino correcto. Siempre. Hasta que le cambies el punto de destino, machaconamente te indicará cómo ir a Toledo desde donde estés.

*     *     *     *     *

Desde la perspectiva de la Ley de Atracción, nuestras emociones son ese GPS seguro y fiable que nos va diciendo, también momento a momento, en qué punto estamos del camino hacia el “a donde quiero llegar”. Si tus emociones son positivas, estás en el buen camino; si tus emociones son negativas, te has salido de la ruta y tienes que recalcular y volver al camino marcado. No pasa nada, porque tus emociones seguirán diciéndote, machaconamente, que no has cogido el camino correcto y te lo recordará hasta que vuelvas al redil y te sientas bien.

Como seres físicos estamos rodeados de potenciales influencias que, en muchísimas ocasiones, no nos benefician o no coinciden para nada con nuestro propósito. Algunas personas nos dicen, e insisten, en que digamos o hagamos esto o aquéllo pensando que eso será bueno para nosotros. Estamos rodeados de leyes, normas y expectativas impuestas por otros, y todos ellos parecen saber mejor que nosotros mismos cómo deberíamos comportarnos.

Pero, amigo, si nos dejamos conducir por estas influencias externas no nos será posible mantenernos en la ruta adecuada que nos lleve a donde realmente queremos estar.

Debido a ello, a menudo nos alejamos de nuestro camino personal con el afán de complacer a esos otros incontables (padres, cónyuges, hijos, jefes), solo para descubrir que no importa lo mucho que hagamos para lograrlo, nunca conseguimos complacer a todos. Y desde luego no nos complacemos a nosotros mismos ni un poco. Como vamos en tantas direcciones distintas nos extraviamos de nuestro camino en ese proceso de [intentar] complacer a tanto ser querido y bienintencionado. ¿Resultado? Ese destino al que deseábamos llegar y habíamos planificado con tanta ilusión se desdibuja cada vez más y acaba por desaparecer de nuestro horizonte... Mala pata, qué rabia. Sobre todo porque no solemos escarmentar a la primera ni aunque tengamos el tino de caer en algún momento en el hecho de que hemos estado zigzagueando sin ningún sentido (que muchas veces, ni caemos).

Abraham-Hicks nos recuerda, machaconamente, que nuestra felicidad no depende de lo que hagan los otros (¡aunque no te lo puedas creer!) sino de nuestro propio equilibrio vibratorio (o sea, nuestra actitud y decisión con respecto a ese nuestro punto de destino). Y más increíble todavía: la felicidad de los otros tampoco depende de lo que hagamos o digamos nosotros sino de su propio equilibrio vibratorio (¡guauuuuu!). Porque lo que cada uno sentimos en cualquier momento es tan solo nuestra propia mezcla de energías: actitud, grado de decisión y perseverancia, ilusión y convencimiento acerca de a donde queremos ir. Y en este asunto no existe la clonación. Que la Ley de Atracción ya se encarga de que estemos juntos, sí, pero no revueltos.

Nuestras emociones no son ni más ni menos que el reflejo psico-fisiológico de nuestro punto de equilibrio, de esa vibración electromagnética que estamos ofreciendo. Si esas emociones son positivas, la vibración que ofrecemos es similar a la vibración de nuestro deseo y por la ley insobornable de los iguales, ¡pumba!, ambos se atraen, se juntan y se hacen uno materializando ese nuestro deseo. ¿Cuántas veces has deseado algo a lo bestia y no has visto ninguna pega en el camino y se ha cumplido milagrosamente? Eso es porque no metiste duda en la ecuación; no esperabas que nada fuese mal; y la certeza de llegar a Toledo a la hora planeada era absoluta... :-D

En cambio, cuando nuestras emociones respecto a un deseo son negativas o contradictorias (ahora sí, ahora no; seguro que sí, eso es imposible) tenemos un problema. Porque ya sabemos que los polos opuestos no se atraen como suponíamos. En el mejor de los casos, las cosas no cambiarán y te sentirás atascado; en el peor de los casos, las cosas irán de mal a refatal.

Por eso es tan importante (en realidad, esencial) quenos hagamos conscientes de nuestras emociones y confiemos ciegamente en lo que nos están diciendo, ya que son nuestro gps energético. Igual que no discutes con el tonto que llevas en tu coche (bueno, yo a veces lo hago), con nuestra emociones tampoco debemos hacerlo. El método a seguir es el mismo en los dos casos: escucha y haz lo que te dicen.

Ni nuestro GPS electrónico ni nuestro gps emocional nos preguntan jamás que dónde nos habíamos metido ni por qué hemos tardado tanto en llegar; no les interesa. Ambos están interesados únicamente en llevarte a Toledo y se limitarán a señalarte una y otra vez que Toledo está por allí… Son guías insobornables y, como tales, es difícil conversar con ellas si tratamos de cambiar de tema.

La relación pensamiento-sentimiento es de las que se muerden la cola y si no cortamos por lo sano el círculo la cosa queda pensamiento-sentimiento-pensamiento-sentimiento ad infinitum. Un rollo, vamos.

Como es muy difícil controlar al estilo policial cada uno de nuestros pensamientos, si no nos gusta lo que pasa por nuestra cabeza lo mejor que podemos hacer para llegar felizmente a nuestro destino (conseguir lo que deseamos y alcanzar el nivel de felicidad que soñamos) es prestar atención a lo que estamos sintiendo en cada momento. Es mucho más sencillo porque en cuanto tus emociones te digan que no vas en la dirección adecuada podrás, tranquilamente, meter la tercera y buscar la forma de sentirte mejor (maneras simples de ponerte en camino de nuevo: escuchar tu música favorita, dar un paseo, acariciar a tu  perro (o a tu novio), meditar, trabajar en tu jardín o tus macetas, leer algo que te interese de verdad, que tus hijas te lean Manolito Gafotas en voz alta…).

El quid del asunto aquí es apartar tu atención de lo que te está haciendo sentir fatal y enfocarte en algo que con seguridad te hace sentir bien. O, al menos, mejor; el simple alivio de cualquier emoción negativa que estés sintiendo también cuenta como punto energético positivo a la hora de trabajar con la Ley de Atracción.

De la misma forma en que no anestesias tus dedos para desensibilizarlos al calor cuando haces una barbacoa --por si acaso te quemas-- ni pones una pegatina de carita feliz tapando el marcador de gasolina para no ver que estás en reserva, tampoco quieres (o no debes quererlo) enmascarar tus emociones pretendiendo que no estás sintiendo lo que estás sintiendo; eso no cambia tu vibración. Y hacerlo sería como apagar el GPS del coche a medio camino: dejas de saber dónde estás y cómo llegar a donde estabas yendo. Claro que si te gustan las aventuras extremas, puedes taparlo todo y pretender llegar a Toledo a ciegas. Esteeee... ¿¿¿guauuu???

Lo más fácil en estos casos es ser consciente de lo que estás sintiendo (aunque jorobe) y, una vez que sabes dónde estás, hacer lo necesario para recomponer la ruta (en este caso, dirigir tu atención a algo que te haga sentir cada vez mejor).


Todo esto parece pesado y una trabajera sin fin, pero dicen los expertos a la vista de los resultados: cuanto más lo haces, mejor lo haces y más lo quieres hacer. Satisfacción garantizada, emocional y físicamente hablando, pues el sentirte bien crea adicción y mejora de forma drástica tu relación con el entorno en todos los sentidos: tu relación con tu cuerpo, contigo mismo, con tus prójimos, con el gato e incluso con tus hijos adolescentes. ¿Quién no querría eso, por diossss? Y de propina, las cosas empiezan a salir rebien. ;-)

Y ahora una cosa muy chula que he encontrado...

Dice Abraham en su libro The Vortex dictado a Esther Hicks que:

Psique abriendo la puerta
del jardín de Cupido
Desde "arriba", utilizando vuestro lenguaje de tiempo y espacio, se os ve a un lado de una puerta cerrada y del otro lado de la puerta vemos recostadas contra el quicio todas las cosas que siempre habéis deseado, a la espera de que abráis esa puerta. Todas esas cosas están ahí desde el primer día que las pedísteis: vuestros amores, vuestros cuerpos perfectos, vuestros trabajos y vuestras pasiones, todo el dinero que siempre habéis querido tener; cosas grandes y pequeñas, importantes y poco significativas; todo lo que habéis identificado como deseos vuestros están esperando a que abráis la puerta. Y en el momento en que la abráis todas esas cosas fluirán hacia vosotros... Y entonces tendremos que dar un seminario sobre Cómo lidiar con los deseos cumplidos en avalancha.

:-D :-D :-D


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