martes, 20 de agosto de 2013

Felicidad, musarañas e inspiración

Nada es más nocivo para la creatividad que el furor de la inspiración.
Umberto Ecco


Literalmente, inspirado significa estar habitado por el espíritu. Estar furiosamente inspirado significa estar habitado por el espíritu furiosamente disperso, supongo.

Cada vez que algo nos absorbe tanto que nos sale de un tirón (y no como ahora); cada vez que queremos bailar sin que siquiera suene la música; cada vez que miramos las musarañas y luego el reloj nos dice que hemos estado allí hora y media (y la comida sin hacer); cada vez que establecemos una intención clara acerca de algo o de alguien y suspiramos aliviados (sin necesidad de asesinar); cada vez que damos una clase magistral sin un tropiezo (y sin tener ni idea consciente de lo que estamos hablando); cada vez que nos cuadra una ecuación imposible; cada vez que nos sentamos en el porche de nuestra casa de Barbuda y miramos el mar; cada vez que escuchamos una canción que nos lleva a otro lugar o tiempo,  palante o patrás; cada vez que caemos en la cuenta de que aquella oración fue escuchada; cada vez que escribimos o pintamos algo y no somos capaces de saber de dónde salió eso; cada vez que cambiamos una receta porque nos falta un ingrediente y sale... 

Las cosas no siempre salen tal y como habíamos planeado; de hecho, en pocas ocasiones lo hacen. Por regla general, si nos hemos apartado a un lado después de hacer lo que teníamos que hacer y nos desentendemos del resultado final, éste es mucho mejor de lo que hubiéramos jamás imaginado.

San José, Parque Natural de Cabo de Gata (Almería)
A mí el espíritu me habita en San José, un pequeñísimo y encantador pueblo -que ni siquiera tiene ayuntamiento propio-, enclavado en el Parque Natural de Cabo de Gata (Almería).  Aquí, todos lo veranos, me pasa lo mismo, desde el primer día: cuando creo que tengo miles de horas para escribir por delante, me voy a las musarañas y... me quedo allí el mes de agosto entero. Cocino, leo muchísimo, voy poco a la playa (cada vez tengo menos paciencia con el sol), leo mucho más, escribo poco y miro mucho al vacío. También, cada verano hago, desde hace años, algo que ya se ha convertido en tradición (y cachondeo para mis amigos): escribo una  (o más) nueva versión del capitulo 1 de mi perseguida novela de misterio. No paso de ahí; empiezo a sospechar que será la primera novela en la historia que se compondrá de solo un montón de capitulos 1. El que escriba este año hará el número 19 exactamente... 

Puerto de San José
Creo que no me animo a escribir en serio la novela porque no me animo a hacer sufrir a mi Eloísa, la prota, peluquera de profesión a la que un golpe de ¿suerte? le brinda más de cien millones de euros con condiciones que pone la donante (uy, como me suenaaaa....). Creo que, finalmente, esa donante será su tía Luci, oficialmente echadora de cartas y vendedora de productos de santería en San José, aunque eso solo es una tapadera de algo mucho más complicado (no sé qué aún). La tía Luci también me cae muy bien, pero ya se ha muerto.

Y no me animo a hacer sufrir a la pelirroja Eloísa porque desde casi niña ha tenido una vida muy perra. Huérfana de un adorado padre, hermana de un bipolar prepotente y engreído, sufre la malquerencia de una madre, ex-bailarina y alcohólica, que suspira -aún enfadada- por su perdida oportunidad de danzar desnuda en el Madison Square Garden de Nueva York a causa de un embarazo no deseado que luego se llamó Eloísa. Y una novela de misterio (o de lo que sea) donde la protagonista no sufra ni pizca está condenada al fracaso más rotundo desde mucho antes de su alumbramiento... Así que sigo con mi capítulo 1 en un montón de versiones.


*     *     *

La playa del pueblo (lo juro) antes de las 6 a.m.
En el siglo XVIII se instala la batería costera San José en el promontorio más saliente de la que se llamaba por entonces Bahía del Sollarete. Su misión: vigilar las bahías de Genoveses (hoy una de las playas más codiciadas por el turismo de altos y bajos vuelos de todo el mundo) y de Cala Higuera,  dos fondeaderos naturales muy amados por los piratas berberiscos, donde se proveían de agua y alimentos.

Con el tiempo, y al abrigo de esta instalación militar, creció una pequeña población de pescadores a la que llamaron también San José y que, hasta hace unos años, tenía censados menos de cien habitantes (¡cómo ha cambiado la cosa!). Actualmente hay censada una población de unos 700 habitantes (lo juro), pero en agosto no se sabe cómo se multiplica esto; incalculable. Este año, además, han debido de venir muchos "nuevos" (San José es de muchos fieles y pocos novatos); le comentaba a mi hermana Paloma mientras desayúnabamos nuestra tostada en el Andrea, que encontraba mucho barullo este año y muy desordenado: guiris con todoterrenos en dirección prohibida por la calle principal; españoles con renolesmegán, también en dirección contraria en una de las vías más estrechas, empinadas y curvadas del pueblo, la que sube en dirección única a la playa de Sebastián (no se llama así, pero no sé su nombre verdadero y la llamamos así por el magnífico restaurante sin pretensiones que tiene encima) donde, además, no puedes dar la vuelta en  ningún sitio hasta que llegas casi a la Guardia Civil (a la izquierda, un picado de muchos metros por el que te caes al mar sin remedio). Hombres, mujeres y niños envueltos en pareos, vaqueros, "tirantas" o bermudas -todos en chanclas y brillantes de aceites de coco y monoî- trotando por mitad de la calzada, a metro y medio de los pasos de peatones y cruzando en diagonal en vez de en línea recta... Nada, muy desordenado todo este año; da miedo, casi, entrar con coche al pueblo (¡intenta aparcar! :-D). Parece que todos queremos ir a la misma hora a desayunar al bar Andrea, donde María del Mar o Yésica nos sirven las mejores tostadas del pueblo, si encuentras mesa. Entiendo que el Andrea necesite más clientes que mis hermanos y yo para sobrevivir, pero me da una rabia... 

San José no tiene ayuntamiento; es una de las pedanías del municipio Níjar-San Isidro, desierto puro con tres matojos verdes donde, inexplicablemente, la gente vive de la agricultura. Bueno, ya no es tan inexplicable, porque hasta el Cabo de Gata han llegado los invernaderos dichosos, y eso hace que los campos de Níjar parezcan otro mar de plástico más... Una pega que no espanta a los turistas, y cada vez tenemos más de variados pelajes y lenguas (aquí el turista clásico hasta hace poco era el francés "bien"). 

La playa de Sebastián  :-D
San José vive del turismo, y toda su economía baila a ese son: hoteles, hostales, restaurantes, escuela de buceo (ahora snorkle), alquiler de apartamentos en primera línea de playa, un puerto de refugio que el turismo requirió convertir en puerto deportivo, tienditas de ropa -todas carísimas-, el mercadillo de los domingos, tres pequeños supermercados (el cuarto, un Spar en medio del pueblo, lo cerraron yo creo que por marranos), dos panaderías-pastelerías, bares, pizzerías, el insigne Bar de Jo (para moteros), sucursal del más insigne todavía Bar de Jo de Los Escullos (los asientos son camas de dorados cabeceros, de matrimonio o individuales, con colcha y todo :-D; el baño parece una salita de estar y tienes la sensación de que te está viendo todo el mundo sin bragas, etc.), propiedad de un motero vestido de negro con pañuelo rojo al cuello y larga coleta gris al que a veces, y siempre de noche, ves pasear en su Harley D. Tenemos el Maimono, original bar donde ponen las mejores hamburguesas del mundo (con patatas fritas caseras). Tenemos incluso hippies en el Paseo marítimo, que venden collares de cuentas, pantalones de telas a rayas oscurísimos, derivados del aloe vera 99,9%, pulseras de cuero y plata, bikinis  y broches de croché (¿como se escribe eso, por dios?)Y un año incluso regalaron pulgas. Un día me tengo que echar un amigo hippy y preguntarle cómo se lavan la cabeza los rastas, porque recuerdo que a Bob Marley dicen que le localizaron 132 especies distintas de parásitos en la cabeza (no sabía que había tantosssss). 

San José está a 30 km de Almería capital, a 25 km del aeropuerto internacional de Almería y a 19 km del Mercadona (¡por fin!). Por regla general, no coinciden en el tiempo y el espacio las coberturas de móvil, fijo e Internet. A veces, hay que elegir...

En cuanto a sus playas, la principal del pueblo está siempre petada, imposible plantearse un baño después de las 7 de la mañana por hiperpoblación;  pero luego hay algunas calitas donde la gente de aquí de toda la vida sabe recogerse con cierta intimidad. Y que no voy a dar pista sobre sus ubicaciones porque es una putada para los usuarios. Tendréis que venir y buscarlas vosotros mismos. Y luego, claro, están las Playas Mayores, con mayúsculas.

Los principales puntos de interés de San José son, sin duda alguna, la playa de Genoveses, la playa de Monsul, la playa de la Media Luna y la terraza de mi amiga Concha.

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Como digo, en San José me habita el espiritu, pero este año parece habitarme un espiritu desordenado, algo agitado, disperso y con pocas horas de sueño. Imposible la inspiración como fuente de creatividad ordenada, sensata, fluida,... al menos de momento. Miraré musarañas, que siempre me da muy buen resultado y una importante cantidad de felicidad. Total, a veces yo también estoy desordenada, agitada y con falta de dormires, ¿por qué el espíritu va a ser menos que yo? También tiene derecho a sus musarañas, a desentenderse del resultado final de este artículo, a apartarse a un lado...

Además, la felicidad también es a veces agitada, desordenada, dispersa... y no deja por ello de ser felicidad.


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