miércoles, 3 de abril de 2013

Cirugía de Control de Daños (I)

...dulce divinidad: preciso es en verdad que los recuerdos
del tormento mantengan su poder apartado
(Safo, poema 39)


Cuando empecé a llamar a Dios de usted y a pedirle las cosas por favor, me preocupé de verdad. Mi tono se volvió educado y mi relación con mi antiguo colega, solemne. Además, ya solo hablaba yo. Tilín-tilín-tilín....

Bien, pensé un poco sudorosa, había llegado el momento de dejar de hacer el tonto con el espinoso tema de la felicidad. 

Lo que está pasando es que me estoy friendo intentando ser feliz mediante equilibrios y piruetas que no sé ejecutar... Y lo que no está pasando es que ya debería de haber conseguido un puntaje más alto de felicidad, según los doscientos libros que había leído sobre el tema. Y no lo he hecho. La cosa no funciona, y quiero dar marcha atrás. Quiero volver a hace dos años, y no sé hacerlo. Hora de evaluación de riesgos y control de daños...

Antes del concepto de control de daños, la cirugía clásica pretendía resolver todos los problemas del paciente politraumatizado en un aparatoso accidente con una sola cirugía (y pocas veces daba resultado). Con el novedoso sistema introducido por el doctor Charles Swabb en 1993 (¡hace nada!), el paciente politraumatizado sería abordado en cuatro etapas: a) la fase pre-hospitalaria, en la que se intentaría reanimar y estabilizar al paciente para que sus constantes vitales llegaran a un nivel aceptable de normalidad antes de meterle mano; b) cirugía inicial (cierre temporal de la herida in situ, con lo que se le podría trasladar -sin grandes riesgos de desangramiento total o muerte temprana- a un lugar más adecuado para las tareas necesarias de reparación, por ejemplo, un hospital; c) estabilización y/o reanimación en UCI; y d) re-laparotomía definitiva, o para entendernos: re-exploración y reparación definitiva.

Nunca he sido partidaria de los tratamientos de shock, me parecen bestias y me asustan. Así que este novedoso proceso del médico de Philadelphia en cuatro fases  (¡pero qué listo eres, hijo mío!)  me pareció adecuado para mi situación. Si me había costado dos años y doscientos libros convertirme en una persona infeliz -pero consciente-, quizás no pudiera resistir el impacto de una cirujía radical en primera instancia y levantarme al día siguiente siendo, de nuevo, feliz porque sí sin preparación psicológica previa.

Así pues, me puse manos a la obra. La fase pre-hospitalaria tenía sus complicaciones, porque ¿cómo estabilizar mis constantes vitales cuando estaba en un puntaje altamente severo de anormalidad? Y si los libros -doscientos, todos de acuerdo- decían que yo antes del politraumatismo no era normal, ¿cómo trazar las coordenadas de destino si ni siquiera sabía dónde estaba en ese momento? En el camino hacia la felicidad, había perdido mi GPS (¡también!).

De todos modos, me decidí por el proceso. Primer paso: normalizar mis constantes vitales. Quizás, lo primero y más adecuado -por conocido-  sería volver a mis antiguos malos hábitos; si no todos de golpe, al menos ir re-incorporándolos poco a poco a mi día a día. Desequilibrar un poco mi dieta, alterar un poco mis emociones, dejar el ejercicio de lado (me quitaba mucho tiempo de leer), leer a todas horas y de todo (menos libros sobre la felicidad), escribir solo si me apetecía mucho-mucho, abrazar y reír sin peso ni medida, esquivar a la perfeccionista que iba creciendo en mí, etc. No tenía mala pinta el plan... Y lo haría sola.

Me emocionó tanto la decisión tomada que incluso contemplé la posibilidad de saltarme una o dos fases intermedias y saltar de la primera a la cuarta. Siempre me han gustado los atajos, no lo puedo remediar. Mi amor por la satisfacción inmediata de los deseos es algo que llevo en la sangre desde que tengo memoria.


Pero, bueno, una vez que pasase con éxito la fase pre-hospitalaria ya vería qué hacer. Lo otro era adelantar acontecimientos, y debía recordar vivir únicamente en el ahora-presente-feliz que, según los expertos, es un regalo.


Así, pues, me puse manos a la obra. Empezaría de inmediato con la dieta. Cómo había echado de menos las patatas fritas de bolsa, diosssssss!


Pero no resultó tan sencillo...









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