sábado, 11 de octubre de 2014

La magia de la autosugestión: Afirmaciones positivas

Cada día, en todos los aspectos, mi vida va mejor y mejor
Émile Coué (1857-1926, psicólogo y farmacólogo francés)


Un lector me pregunta mi opinión sobre las afirmaciones positivas, y me pide que hable sobre ellas. Pues aquí vengo con el asunto...

No he sido nunca una devota practicante de ellas. De hecho, les tengo manía... Quizás porque como soy exagerada e impaciente para todo, el hecho de decirme --por primera y penúltima vez, en medio de un esplendoroso ataque de pánico-- que el mundo era un lugar maravilloso y seguro contradijo tan drásticamente mi lógica que me dejó frustrada, impotente y pensando que era más idiota de lo que ya pensaba que era. Ya sé que mi cabeza y mi lógica son otras, pero son las que tengo y con las que tengo que bregar. Y no convencí ni a la una ni a la otra de que el mundo era algo diferente a lo que estaban viendo en ese momento mis ojos, completamente respaldados por mi tripa encogida de miedo.

Lástima no haber oído hablar hasta años después de Émile Coué; con su forma de explicar la autosugestión y su famosa frase (la de arriba a la derecha) me hubiera ayudado a que todo fuese mucho más corto y mucho menos doloroso, al igual que ayudó a principios del siglo XX a muchísimos miles de ciudadanos del mundo entero. Pero no estaba yo para probaturas...

Émile Coué, un desconocido psicólogo y farmacéutico en su ciudad natal, Troyes, logró su renombre internacional gracias a su método de reprogramación de la mente. Durante la primera guerra mundial, y ante la ausencia de medicamentos, empleó con los heridos el método de autosugestión que había aprendido de Liebault (del que fué alumno) y que mejoró con resultados espectaculares. Los heridos mejoraban a ojos vistas, siempre y cuando repitieran la frase que les daba de forma consistente (repitiéndola a lo largo del día varias veces) y con perseverancia y convicción. La recuperación de estos hombres igualaba en calidad y tiempo a la de los heridos tratados con medicamentos.

Contariamente a lo que se creía por entonces (y por lo que aún todavía algunos creen), Coué descubrió que la imaginación dominaba a la voluntad. La fuerza de voluntad no es la fuerza invencible que parecía ser. De hecho, cuando la imaginación y la voluntad entran en conflicto es la imaginación la que sale victoriosa. Siempre. Tu mente es el escenario del crimen, ¿recuerdas? :-D

Haz la prueba: antes de hacer algo que, en apariencia, es un reto que llevarías a cabo sin mucho problema, tómate un par de días (incluso menos) repitiéndote tumbado al sol que no puedes hacerlo mientras imaginas tu esplendoroso fracaso. Verás confirmada tu afirmación y te será imposible llevarlo a cabo. En realidad, vemos confirmadas a diario nuestras afirmaciones, tanto positivas como negativas, conscientes o inconscientes: no puedo, no valgo para eso, soy demasiado mayor (o menor), siempre he sabido que no cantaba bien, con la crisis no hay trabajo, no tengo tiempo ni fuerzas, no vale la pena porque al final no saldrá... ¿Te suenan?

El perfeccionamiento y el autodominio se obtiene, según Coué, cuando la imaginación (mente consciente) ha sido dirigida y entrenada para que coincida con nuestros deseos. A menos que lo hagamos de forma inteligente, la ley del esfuerzo contrario se ocupará de que no salga bien la cosa. En su obra My method, Coué pone un ejemplo que todos conocemos en carnes propias: 

"Supongamos que un hombre que sufre de insomnio decide intentar el efecto de la autosugestión (afirmaciones positivas). A menos que haya sido antes advertido de ello, se repetirá frases de este estilo durante todo el tiempo: Dormiré bien; voy a dormir bien; puedo dormirme sin problemas... Haciendo durante ese rato esfuerzos desesperados para persuadirse y coaccionar el sueño. Esto es fatal. El propio hecho de forzar el sueño ha convertido este último en una fuerza que actúa en sentido contrario de lo que se desea, con el resultado del pobre hombre volviendo, frustrado e insomne, a la cama.

Antes de ejercer la voluntad, la imaginación debería de ser desbloqueada a nuestro favor. Dejar que la imaginación, una vez entrenada de forma que nos apoye,actúe sin forzarla. Durante esta fase deberíamos ser bastante pasivos porque, mediante procesos casi misteriosos e inexplicables, nuestro subconsciente lleva a cabo maravillosas hazañas."

Y para apoyar esto, nos recuerda el famoso experimento del que habló Pascal: "Nadie tendrá problemas para recorrer un tablón de solo veinte centímetros de ancho tendido en una calle. Pero tiende ese mismo tablón entre dos edificios de esa misma calle a la altura del octavo piso y veremos si la imaginación es o no es más poderosa que la voluntad... 

Además de haber aprendido ya todo lo que dice Coué, también he descubierto que utilizar las afirmaciones positivas de forma indiscriminada es irresponsable y frustrante. Para ser efectiva, la autosugestión ha de estar en línea con mi propia lógica personal: ha de ser coherente y práctica.

Repetirme cien mil veces por minuto que el mundo es un lugar maravilloso y seguro mientras me pilla en la calle un fuego cruzado entre bandas no me ayudará; al contrario, la clarísima incoherencia entre lo que están viendo mis ojitos y la imagen que intento forzar en mi mente me paralizará. Es momento de acción; hay que correr y buscar un portal o un árbol frondoso de enorme tronco. Y no podré correr si estoy paralizada en una playa caribeña mental. Mejor echo mano de mi coherencia inteligente y me digo: estás en problemas, Houston, pero recuerda que no muere todo humano por herida de bala; saldré de esta como sea. Mi lógica me dice que eso es posible y, aunque no crea a pies juntillas con fe ciega en el Altísimo que yo seré uno de los que se salven en esa situación, mi cerebro filtrará la información como posible y, por lo tanto, fiable (lógica) y, en apoyo a mi institnto de supervivencia, me pondrá a correr a todo lo que den mis piernas (y más). Corriendo a toda pastilla y enfocando mi aguda vista en los alrededores tengo muchas más posibilidades de encontrar ese portal o ese enorme árbol que estando tumbada mentalmente al sol, en medio del fuego cruzado de bandas físicas que, en ese momento, disparan en mi mundo personal real (o lo que sea este mundo). Ya iré al Caribe en verano... sin más presión añadida que el precio del billete.

Para salir airosa de un parto complicado nos vendrá bien respirar deprisa y pensar que no todo el mundo muere de parto; de hecho, hoy nadie lo hace. ¿Por qué voy a ser yo la excepción justo ahora? Con esa idea lógica y cierta en la cabeza, respiraré lo mejor que pueda y ayudaré a traer al mundo a esa criatura que empuja para salir; en lugar de apretar las piernas, paralizada por el miedo, impidiendo que ese mi niño siga su curso hacia este planeta. Mientras, eso sí, recito con vehemencia e incoherencia que todos los partos son siempre rápidos, seguros e indoloros, sencillos y cortos, teletransportándome a un  lugar al que en ese momento no estoy accediendo ni de blas porque ahora mismo no existe en mi mundo personal nada aparte de un quirófano y muchos nervios.

Encontrar el trabajo de mis sueños --con crisis o sin ella-- con la tripa apretada de preocupación mientras canto con forzada alegría "El mundo está lleno de puestos de trabajo como el de mis sueños" y reviso con muchísima atención las cifras de paro en aumento de todos los países del mundo no me ayudará a llegar ahí. No de inmediato ni muy pronto al menos. Falla mi lógica, se siente agredida; entra en conflicto mi imaginación (mucho más poderosa) con la voluntad de encontrar trabajo, conflicto que impedirá que mis manos redacten mi buen CV y que mis piernas me lleven a Correos a enviar 100 sobres con copia de mi currículum dentro. Paralizada por la imaginación, no tengo nada que hacer. Y todo ha ocurrido en mi mente; en un segundo me he quedado sin el trabajo de mis sueños y sin aliento.

Mi cerebro no es tonto y solo filtrará una información que, aun siendo un reto, tenga lógica parecida a lo que él considera real y objetivo. Algo incontestable como: "Hay muchas personas en el mundo que trabajan aún; y muchas de ellas trabajan en un puesto parecido al que yo deseo; hay aún empresas en el mundo que se dedican a lo que yo sé hacer y se siguen abriendo empresas nuevas; quizás no tantas como en tiempo de bonanza pero siguen creándose y necesitando mis habilidades; la gente, a pesar de la crisis, sigue cumpliendo años y jubilándose, dejando vacantes puestos que yo puedo ocupar...". Ahí sí estoy empezando a solucionar el problema. Adiós, Houston, ya no te necesito.

Pero hay que entrenar la imaginación (mente consciente) para que haga de estas habilidades algo habitual, creando así nuevos caminos neuronales que, con tiempo y diligencia, irán sustituyendo por borramiento masivo de datos los antiguos y aterradores. Y para ello hay que pasar por ejercitar esas habilidades de forma consciente y perseverante durante un tiempo. Igual que cuando aprendimos a conducir, que parecía que no teníamos manos y pies suficientes para manejar esa maldita máquina. Y hoy vamos a cualquier sitio conduciendo y silbando a la vez, parece mentira, tan contentos.

La afirmación positiva de Coué es la única, sinceramente, que utilizada y repetida a diario todo lo que puedo, nunca contradice mi lógica, impaciente y exagerada como yo. Porque, cuando me pongo a revisarla, veo que es cierto que, cada día, en la búsqueda de mi felicidad sostenible, mi vida va mejor y mejor en todos los aspectos. Algunos mejoran más rápido que otros, pero todos mejoran cada día.

Si es necesario, recuérdatelo cada día escribiendo una lista de todos los embrollos de los que has salido; todas las cosas que has rematado con éxito; todo el consuelo que has dado y recibido; todo el cariño y el apoyo que has ofrecido y te han brindado; todo el amor que has hecho efectivo de una u otra manera; toda la ayuda que has prestado y se te ha prestado; todos los títulos que has sacado; todos los aplausos, agradecimientos y palmaditas en el hombro que has recibido. En resumen: todo lo que has hecho por mejorar y crecer expandiendo tu persona a tu mejor entender. No insultes a las inteligencias humanas y divinas empeñándote en que eres menos de lo que realmente eres porque un día, ya lejano, te convencieron de lo contrario. O porque aún alguien te lo dice todavía.

Y, sobre todo, no insultes a tu propia inteligencia haciéndolo, porque esa sí que no perdona.

Y en cuanto a las afirmaciones (que ya me he desviado), lo dicho: empléalas con inteligencia y aplicando tu propia lógica; sólo de esa forma funcionan muy bien a corto, medio y largo plazo, un rato al día diciéndolas muchas veces :D. Y ya sé que es un ejemplo muy manido, pero no por ello menos cierto: poner una pegatina de una carita feliz tapando el chivato de la gasolina cuando se pone en rojo no llenará el tanque. El tanque sólo tendrá gasolina cuando tú se la pongas.

Pues lo mismo con las afirmaciones positivas.



Cada día, en todos los aspectos, mi vida va mejor y mejor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario